Li-Peng se preparó para salir con el resto de su unidad, habían recibido órdenes de lanzar un ataque nocturno sobre las posiciones americanas. Su unidad junto a otras del Ejército de liberación Popular Chino, llevaban varios días descansando y preparándose para pasar a la ofensiva. Habían podido incluso celebrar el Año Nuevo Lunar pese a las miradas desaprobadoras del comisario político.
Li tenía solo 16 años y había mentido para alistarse y seguir los pasos de su difunto padre, que había muerto luchando contra los fascistas del KMT durante la guerra civil. Rabia salido por primera vez de su pueblucho en el interior de China y había viajado, tras recibir un mínimo de entrenamiento militar, hasta un remoto pueblo de un país amigo llamado Corea, apenas llevaba unos días con su unidad.
Avanzaron por la noche, en total silencio, por una serie de barrancos rodeando sigilosamente las posiciones de los diablos occidentales, o al menos eso creían ellos.
De repente Li se vio deslumbrado por los grandes ojos de una bestia, cuyos dientes asomaban de una boca feroz y retorcida, y de inmediato, la bestia comenzó a escupir fuego y más monstruos se le unieron, Li-Peng, asustado, recordando las historias que le contaba su abuelo sobre las bestias que poblaban la noche, arrojo su arma y huyó , noto como algo le golpeaba la espalda y después solo hubo silencio.
Varios carros de combate Sherman habían sido destacados para dar apoyo a una compañía de marines en aquella colina perdida de la mano de dios. Para contrarrestar los ataques nocturnos chinos, habían sido dotados de potentes focos. Todos y cada uno de los Sherman de la compañía “C” del 89 Batallón de Tanques estaban pintados con espantosos esquemas de color simulando ser tigres, dragones u otras criaturas, emulando las “fauces de tiburón” que lucieron aviones como los P-40 de los Tigres Voladores en China la guerra anterior. Se situaron en posiciones desde donde dominaban los accesos posibles y las tripulaciones, nerviosas, se sentaron a esperar. Entonces, hacia medianoche, llegó la señal y se desató el infierno…
A principios de 1951, durante las operaciones “Killer” y “Ripper” (20 de febrero a 4 de abril de 1951) la compañía “C” del 89 Batallón de Tanques de los EEUU comenzó a pintar en sus Sherman M4A3E8 unos esquemas la mar de particulares, fauces de Tigres, Dragones u otros animales mitológicos. No se sabe a ciencia cierta si fue una idea propia de los carristas o proveniente del Servicio de Guerra Psicología y que pretendía explotar el supuesto miedo a lo sobrenatural de los Chinos durante el periodo de su Nuevo Año Lunar. No se sabe realmente si tuvo algún impacto real en la lucha, pero si que reforzó la moral de las tripulaciones y que dicho esquema se hizo popular y alcanzó a otras unidades de carros estadounidenses, aunque pocos de estos esquemas sobrevivieron al verano de 1951 y dejaron de verse al volverse más estática la guerra.
Una nota curiosa es que 1950 y 1952 fueron el año del Tigre y del Dragón respectivamente, mientras que 1951 fue el año del conejo, algo que fue omitido deliberadamente,ya que no se tenía al conejo por un símbolo de hombría ni belicosidad (La revista Playboy no se publicaría hasta 1953 y su icónico conejito se haría famoso en una guerra librada 15 años más tarde, Vietnam).
Los carros decorados así fueron Sherman y Pershing principalmente.
Tal y como dijo un mando del 89 Batallón de Tanques, “esa decoración les puso a la altura de los chicos de las fuerzas aéreas y los morros decorados de sus aviones”.
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