A las 17,05 horas el mando de la flota gubernamental a bordo del “Libertad” recibe la noticia de que la flotilla de lanchas torpederas ha vuelto a puerto debido al estado de la mar y al escaso desplazamiento de las lanchas. A pesar de ello, D. Luis González de Ubieta decide continuar con el plan que tiene asignado, ordenando al jefe de los destructores de la primera flotilla que se mantenga por los alrededores del punto de reunión con las lanchas, por si mejora la meteorología y éstas pueden incorporarse al plan inicial, cosa que no llegaría a suceder.
Ese mismo día, a las 15 horas los cruceros franquistas “Baleares”, “Canarias” y “Almirante Cervera”, por este orden, al mando del contralmirante Don Manuel de Vierna, que enarbola su insignia en el “Baleares”, se habían hecho a la mar. El almirante jefe de la base de Palma Don Francisco Moreno queda en tierra aquejado de un ataque de hipertensión. La misión consiste en escoltar a los mercantes “Aizkori Mendi” y “Umbe Mendi”, que transportan un importante cargamento de material de guerra, hasta la altura del Cabo Tres Forcas. Se trata de repetir una vez más una misión rutinaria de las muchas realizadas a lo largo de los meses de guerra sin oposición del enemigo. Navegando en altamar a 18 nudos en línea de fila, se establecen todas las prevenciones de campaña y encuentran el convoy a escoltar a las 17,36 h. Navegan los cruceros en zig-zag para mantener la seguridad contra submarinos, regulando el avance a los 10 nudos que daba el convoy. Apagan todas las luces menos las discretas de alcance y navegan con mar llana, ventolinas del norte y regular visibilidad, en línea de fila, a 1.000 metros de distancia. A 0 horas 40 minutos del domingo 6, el “Baleares”, que va en cabeza de línea, avista varios buques con las luces apagadas, abiertos unos 25º de la proa por estribor, al parecer un crucero y cuatro destructores; ordena zafarrancho de combate, elevar la velocidad a 26 nudos y maniobras evasivas, gobernando sobre el lugar donde aparecen los buques, metiendo ligeramente a estribor. Dada la visibilidad que había, se calcula que estarían a unos 2.000 metros de distancia, y como su línea era larga, dos de sus bultos pasan cerca del “Almirante Cervera”, que iba en tercer lugar. El convoy en ese momento les quedaba a unos 4.000 metros por la aleta de babor. Se trata del enemigo, lo cual confirman por señales de Scot el “Canarias” y el “Cervera”. El almirante, que teme un ataque al convoy, ordena una vuelta completa sobre babor alrededor de éste, perdiendo contacto con la formación enemiga. Por el otro lado, el destructor republicano “Sánchez Barcaiztegui”, que también ha localizado a la flota enemiga, lanza dos torpedos contra el “Cervera”, sin lograr alcanzarlo. La evolución sobre babor dura treinta y cinco minutos, girando un círculo completo y volviendo a la 1 hora 30 minutos al rumbo primitivo.
A las 2 horas, vuelve a ver el “Baleares” unas sombras por la amura de babor. A esta hora la cerrazón era grande y la visibilidad un serio inconveniente dada la dimensión de los cruceros. El Almirante, que veía venir unos bultos, ordenó disparar un proyectil iluminante. Como se vio después, esto supuso un grave error. En ese momento la escucha antisubmarina del “Baleares” percibe ruido de turbinas muy próximas a gran velocidad. Los cruceros navegan a 26 nudos, cayendo rápidamente la línea a babor. Coincidiendo con estas órdenes, el crucero encaja algunos impactos de artillería y dos torpedos, que provocan grandes explosiones y la voladura de los pañoles de municiones de proa, desmantelándole las torres y la superestructura, incluido el puente y desapareciendo todos los hombres que se encontraban en él. Se producen grandes incendios en el centro y la popa, y en las cajas de urgencia de la artillería antiaérea, que hacen explosión. Los torpedos causan el desgarramiento de los depósitos de combustible, además de grandes vías de agua, que hacen hocicar el buque hacia proa unos 15 grados, inutilizando las cámaras de calderas y dejando por tanto el barco parado, sin energía eléctrica y completamente a oscuras. Una gran columna de humo y vapor muy picante suben a gran altura, sucediéndose continuas explosiones en los pañoles de municiones. También estallan unos depósitos de gasolina demostrando que el daño en el barco era irreparable. El buque estaba perdido. En esta situación, el comandante del “Canarias”, capitán de Navío D. Carlos Estrada, asume el mando de la división de cruceros y gobierna ésta para evitar la colisión con el “Baleares”, que se ha quedado parado.
Don Luis Gonzalez de Ubieta, en su Parte de Campaña sobre el combate, narra:
“A las 2 h 15 m se reconocieron los buques enemigos de vuelta encontrada por Br en línea de fila formada por “Canarias”, “Baleares” y “Almirante Cervera”, que rompieron el fuego con granadas luminosas sobre nuestra Flota, siendo inmediatamente contestado por el “Libertad”. A las 2 h 14 m se le dio al jefe de la segunda flotilla de destructores orden de ataque. El “Sánchez Barcáiztegui” lanzó cuatro torpedos sobre los buques enemigos a las 2 h 17 m aumentando velocidad y colocándose por nuestra Pr haciendo fuego de artillería sobre el enemigo. El “Almirante Antequera” lanzó a las 2 h 18 cinco torpedos. El “Lepanto” lanzó tres torpedos. En pleno combate artillero se vio al buque del centro de la línea enemiga “Baleares” volar en medio de una gran llamarada a la que se le apreció una altura de unos 1.200 m por haber sido alcanzado por los torpedos”.
El resplandor de esta llamarada provocada por el estallido de los polvorines es observada por los destructores británicos ”HMS Boreas” y “HMS Kempenfelt”, que realizan labores de patrulla a 40 millas de distancia. Estos se dirigen hacia el lugar a toda máquina, viendo que los esfuerzos de los supervivientes del “Baleares” por mantener a flote el crucero son inútiles. Con gran riesgo intentan socorrer a los náufragos, tratando varias veces atracarse al costado del “Baleares”. Pero la peligrosa escora que éste ha adquirido, con las hélices ya fuera del agua, les hace desistir de este propósito, procediendo a recoger los hombres con gran dificultad con botes y balleneras. A las 5 de la madrugada, mientras se afanan en esta tarea, el crucero escora violentamente a estribor lanzando al agua gran número de hombres, muchos de los cuales son absorbidos por los remolinos originados por el hundimiento del barco. El “Baleares” se hunde finalmente a 75 millas al norte y 80 al este de Cabo de Palos, llevándose con él a las profundidades del Mediterráneo a 788 hombres.
En el Informe del Teniente de Navío D. Manuel Cervera Cabello, oficial de mayor graduación a bordo, sobre el hundimiento del “Baleares”, emitido en Sóller el 12-03-1938, entre otras observaciones se mencionan como causas del desastre: “La falta de exploración aérea con anterioridad a la salida del convoy […] La falta de códigos especiales y estaciones radiotelegráficas en los buques que forman el convoy para recibir órdenes de urgencia y ejecución con rapidez, abandonando las señales luminosas tan lentas de interpretación por los mercantes […] Exceso de señales luminosas en claro de noche, las que deberían efectuarse solamente por TSH en ondas fácilmente variables […] La intensidad de la luz de alcance debería ser regulada para que a grandes velocidades y con mar llana poder reducir el exceso de reflejo que se produce sobre la estela […] El empleo de los proyectiles luminosos no creo deba efectuarse sin seguridad de la situación del enemigo. Solamente para bombardeos de objetivos fijos y conocidos o para iluminar blancos perfectamente situados, pero nunca sin esta certeza, pues puede servir para que un enemigo en situación opuesta a la que se le supone reconozca y descubra perfectamente al que dispara el luminoso […] Escasez de balsas y ausencia de salvavidas”.
El hundimiento del “Baleares”, uno de los más importantes navíos de la flota sublevada, no tendría grandes consecuencias para el desarrollo posterior de la Guerra, aunque sí supuso un importante impulso en la moral del bando republicano, especialmente tras de derrota sufrida en la batalla de Teruel.
Saludos.