EL HUNDIMIENTO DEL BALEARES
por Juan Pablo Perabá y Javier Martínez-Pinna
Hasta principios de 1938 la flota gubernamental había demostrado una cierta falta de iniciativa, dejando el dominio del mar en manos de la flota franquista, muy inferior en número pero que utilizaba sus unidades con gran voluntad ofensiva y eficacia. Esta situación provocó un exceso de confianza en algunos de sus mandos, que estaban convencidos de la incapacidad técnica del adversario. Sin embargo, esta situación en la Armada republicana había cambiado a finales de 1.937 con la ayuda del comisario político de la flota D. Bruno Alonso, y con el nombramiento como jefe de la flota y jefe del Estado Mayor de la misma del Capitán de Corbeta D. Luis González de Ubieta, quienes consiguieron restablecer la disciplina y mejorar la efectividad de la flota mediante un adiestramiento constante y eficaz.
El crucero “Baleares”, gemelo del “Canarias”, era un crucero pesado tipo Washington construido en virtud del Tratado de Washington de limitación de armamentos. Fue diseñado por el ingeniero británico Watts con ciertas prescripciones de ingenieros navales españoles. Su desplazamiento estándar era de 10.000 toneladas y 13.350 a plena carga y su eslora de 194 metros. Sus máquinas proporcionaban una potencia de 90.000 caballos y una velocidad de 33 nudos. Su autonomía alcanzaba las 8.000 millas a 15 nudos. Admitía una tripulación de entre 1.000 y 1.200 hombres, que se tuvo que completar con marineros de reemplazo, soldados de Infantería de Marina, voluntarios falangistas y marineros de toda España, incluidos hombres que nunca habían visto la mar.
La protección blindada del buque resultaba un tanto escasa debido a las limitaciones que imponía el citado Tratado. Los ingenieros de las distintas naciones que diseñaron este tipo de buques se veían obligados a elegir entre armamento, velocidad o blindaje. En nuestros “Baleares” y “Canarias” se optó por el armamento (8 cañones de 203 mm y 8 cañones de 120 mm) y por la velocidad., todo ello en detrimento de la protección blindada, que consistía en 50 mm en los costados de la flotación, reforzada con 100 mm a la altura de los pañoles de las torres de artillería, defendidas a su vez por blindajes de 25 mm y cubierta protectora de entre 20 y 75 mm. El casco llevaba un largo bulge antitorpedos y una muy estudiada compartimentación interior.
En realidad, su armamento previsto nunca se llegó a completar, dada la exigencia de su entrada en servicio y por la escasez de los elementos necesarios para instalarle la artillería secundaria y demás componentes, siéndole instaladas provisionalmente unas direcciones de tiro poco menos que artesanales. Así, desprovisto de sus direcciones de tiro y artillería antiaérea, sin las torres de popa de su artillería principal y con otras carencias, se incorporó a la Flota de Operaciones Nacional el 28 de diciembre de 1936 en las acciones para la toma de Málaga. Estas deficiencias salieron a relucir en el “Combate de Cherchel” el 7 de septiembre de 1937 entre los cruceros gubernamentales “Libertad” y “Méndez Núñez” y el “Baleares”, los cuales entablaron combate artillero a velocidades cercanas a los 32,5 nudos y distancia artillera entre 13.000 y 16.800 metros, sufriendo el “Baleares” vibraciones en su dirección de tiro principal y avería en el circuito eléctrico, así como fallos en la giroscópica y rotura de un telémetro, recibiendo dos impactos que le causaron 26 bajas.
En febrero de 1938 llegan al Jefe del Estado Mayor de la Armada en Burgos, almirante D. Juan Cervera Valderrama, noticias fidedignas de actividades de adiestramiento en la flota gubernamental consistentes en ejercicios de maniobra, prácticas de tiro, transmisiones y lanzamiento de torpedos. Otra información avisa de que esta misma flota prepara un ataque sorpresa sobre la flota “nacional” que opera en el Mediterráneo, en la que intervendrán tres cruceros: el “Miguel de Cervantes” -ya incorporado tras su larga reparación-, el “Libertad” y el “Méndez Núñez”, seis destructores, cuatro submarinos, quince lanchas torpederas y setenta aviones de gran bombardeo tipo “Katiuska”. La operación consiste en aprovechar que una fracción de la flota sublevada se encuentra alejada de su base en Palma para atacarla primero con aviones, después con sus buques y finalmente por submarinos cuando se dirijan de regreso a Palma, posiblemente averiados.
Como quiera que los cruceros del bando sublevado han sido atacados durante los últimos días en la mar y en puerto por aviones de bombardeo enemigos, y el mando franquista considera verosímil la continuación de los ataques contra sus buques, según se desprende de la información recibida, el 22 de febrero de 1938 el crucero “Almirante Cervera” es bombardeado por la aviación republicana, siendo alcanzado directamente por dos bombas. Una de ellas penetra por la chimenea de popa empotrándose en el colector de la caldera pero sin estallar; la otra estalla en el combés, y varias en el agua a poca distancia, siendo alcanzado el barco por la metralla y causando 15 muertos y 66 heridos. El almirante Cervera Valderrama alerta al contralmirante D. Francisco Moreno en su base de Palma, realizándole una serie de recomendaciones, que éste naturalmente ya ha tenido en cuenta. La más importante, el acompañamiento de los cruceros por destructores que les den cobertura. Sin embargo, esta instrucción no es viable, ya que los buques de esta clase disponibles son los viejos torpederos adquiridos a Italia, que presentan grandes deficiencias en su planta motora; como tampoco se considera apropiada la participación de los minadores, dado que su velocidad máxima no supera los 18 nudos, por lo que todos ellos son más aptos para otra clase de misiones. Por tanto, los cruceros se las tendrán que arreglar solos.
Lo que el mando gubernamental pretende hacer en esta operación es asestar un serio golpe a los buques de la flota enemiga, atacándoles con torpedos lanzados desde lanchas rápidas cuando aquellos se encuentren fondeados en la bahía de Palma. Para ello, las lanchas de la flotilla de Portman L-11, L-21 y L-31, previo relleno de combustible en el puerto de Alicante, se reunirán poco antes del ocaso del 5 de marzo con los destructores de la primera flotilla “Jorge Juan”, “Escaño”, “Ulloa” y “Almirante Valdés”, en un punto situado 14 millas al Este de aquel puerto, para después dirigirse a 27 nudos en formación conjunta hacia Formentera. A la altura de esta isla las lanchas se abastecerán de gasolina transportada por los destructores, prosiguiendo su navegación hasta Palma para que a las 0 horas 30 minutos del día 6 ataquen a los buques enemigos que se encuentren fondeados en la bahía. Una vez efectuado el ataque las lanchas se retirarán a Valencia.
Avistados los cruceros “nacionales” fondeados en la bahía de Palma en el reconocimiento aéreo efectuado en la mañana del día 5 de marzo por la aviación republicana, su mando naval decide llevar a cabo la operación prevista para la noche del mismo día. En apoyo de esta operación, el grueso de la Flota constituido por los cruceros “Libertad” y “Méndez Núñez” y los destructores “Sánchez Barcáiztegui”, “Almirante Antequera”, “Lepanto”, “Gravina” y “Lazaga”, se hacen a la mar desde su base en Cartagena a las 15,40 h.
Continuará
Saludos.