Os trascribimos íntegra, la entrevista de Clemente Balladares al carrista de la panzerwaffe de doble nacionalidad (Venezuela y Alemania) Dieter Pfeifer, extraída del blogg "Venezuela y su historia".
La entrevista adopta el título de Descifrando lo que no se quiere contar:
Dieter Pfeifer (28feb1923-1julio2010)
Nació en Ciudad Bolívar, comandante de tanques alemanes durante la Segunda Guerra Mundial, murió en Valencia a los 87 años.
Con camisa azul, el autor de la entrevista (Sr. Balladares) y el carrista Pfeifer, con camisa blanca.
Sentado una fresca mañana de febrero en una silla de exterior, mirando más al pasado de sus 84 años que al verde de su bien cuidado jardín de casa en Valencia. Esa fue la impresión que me dio cuando lo conocí junto a otros de sus familiares que hablaban de el con gran orgullo.
Siempre decía: sin grabadoras, ni video, por favor. Aunque sí accedía a contar lo que recordaba en flashes y ante preguntas concretas. Me gane su confianza hasta lograr algunas fotos y ver su partida de nacimiento como guayanés, más otras fotos de época. Compartimos varios almuerzos, su bien cuidado vivero, y las historias que contaba espontáneamente entre alegrías y emoción al límite del dolor vivido.
- Era una fría madrugada a las 3:45 del viernes primero de septiembre de 1939 en Varsovia (Polonia). A mis 16 años, conducía el primer tanque de la columna invasora alemana. El inicio de la segunda guerra mundial tronaba en los alrededores. Y me decía a mí mismo, Dieter, estas en combate. Disparos, explosiones, gritos y paredes que caen ante nuestra arremetida. Sin aviso, una bala polaca penetró el delgado blindaje cerca de mi puesto, rozándome la pantorrilla derecha. Allí sentí un intenso calor y la sangre brotó, claro que me dolía pero no era grave, me quedó una marca como mi primera herida de por vida.
- ¡Acá la puedes ver! Y se dobla hacia arriba la bota del pantalón derecho. En su muy blanca piel se nota una gran cicatriz color rozado.
- Manejaba el segundo modelo de Panzer con tres puestos, esos primeros tanques sólo tenían un cañón de 20mm para responder el ataque. Me conformé con sacar el “carro” de la probable línea de fuego para continuar el avance, mientras tanto mis otros compañero devolvían el fuego para proteger en lo que podíamos a los soldados de la Wehrmacht que fuera del tanque sofocaban rápidamente a los polacos.
Dieter había nacido en Ciudad Bolívar un 28 de febrero, de padre y madre alemanes. Su abuelo materno fue un general en la Gran Guerra que había emigrado a Venezuela antes que su hija naciera. Junto a sus otros dos hermanos menores, a Dieter sólo le interesaba corretear por las riberas del Orinoco y tenían fama de ser más tremendos que los criollos. Por su aspecto europeo y el lugar que frecuentaban, les decían “los cosacos del peladero”.
Para educar y tratar de domeñar a sus tres hijos, el viejo Pfeifer contrata a una institutriz alemana. Sin embargo los “cosacos” no asistían a sus clases y se escapaban de la señora. Ni siquiera aprendieron su lengua paterna, todo el tiempo hablaban castellano con los modismos guayaneses de su época.
De niño, la mayor curiosidad de Dieter era un enorme caimán que merodeaba las riberas cercanas al cual llamaban “el comisario”. El reptil se hallaba cebado por los restos que descartaban los pescadores. En una ocasión su presa fue una mujer lavandera. En la orilla quedó la mitad del cadáver sin consumir para los ojos de los niños que avisaron del horrible evento. Los baños en el río se acabarían, no así las correrías.
Cansado de las indisciplinas de sus hijos, el padre los envía a un internado en Alemania en 1933. El cambio fue radical, del campo tropical sin mucha ley a ciudades ordenadas bajo una rígida disciplina en un naciente régimen fascista.
A principios de 1939, el gobierno del tercer Reich le reclama al internado acerca del status de doble ciudadanía de los hermanos Pfeifer. Particularmente al estado alemán le interesa saber con cuantos soldados dispone ya que se prepara para una guerra. La solución ofrecida a pesar de no ser mayor de edad es prestar el servicio militar. A él le parece estupendo... La decisión le costaría seis largos años de combate.
Dieter escogió para servir las divisiones de tanques del ejército alemán. Luego de menos de un año de entrenamiento como tanquista aprendió a conducir los Panzers. Los primeros modelos de blindados usados por él eran básicamente un carro poco protegido que servía para explorar la zona de combate, el mismo no soportaba grandes batallas; claro se percató de esto esa madrugada en Varsovia. En menos de un mes la mitad de Polonia era de Hitler, la otra de Stalin.
De regreso en Alemania pasó el otoño e invierno siguiente en paz donde mostraba con orgullo adolescente su primera herida de guerra. La marca producto de la primera acción le granjeó el ascenso a comandante de un mejor blindado, el Panzer III. Ya no conducía, ni tampoco operaba el cañón de 37mm, dirigía un tanque y sus cinco tripulantes. El elegante uniforme era todo de negro. En cada solapa de su chaqueta destacaba una plateada calavera con los huesos cruzados y en el kepí una diminuta cucarda con el tricolor alemán coronado por una esvástica sostenida por un águila.
Según los planes del alto canciller, en la primavera de 1940, le tocó el turno a Francia. Como parte de una invasión de tres mil tanques, cruzó en tres días con poca oposición las fronteras de Bélgica y Holanda llevando extendida en la parte trasera de su Panzer una bandera roja, de gran circulo blanco y la cruz gamada en negro. El estandarte horizontal no era mera propaganda nazi, había que avisar a la fuerza aérea alemana que esos blindados eran de los suyos.
Al llegar al Sedan el 12 de mayo los franceses acompañados de sus aliados británicos intentaron detener el avance alemán. A pesar de la defensa, los tanques pasaron el río Meuse dos días después. Los holandeses cayeron al igual que los franceses dando paso libre hasta Paris. La persecución de los derrotados era hacia las playas de Dunkerke y el paso de Calais.
Mientras la Luftwaffe hostigaba desde el aire la retirada aliada, a la infantería y a los tanques se les ordenó reorganizarse; esto fue aprovechado por Gran Bretaña para evacuar sus tropas en el famoso Dunkerke.
Casi 900 embarcaciones inglesas acudieron al llamado y rescataron a 340 mil aliados a finales de mayo. Los alemanes comenzaron a llegar mientras los barcos todavía evacuaban a comienzos de junio. En su Panzer, Dieter intento probar puntería y le indicó al artillero el ángulo de disparo contra una barcaza que consideraba estaba a tiro. Fue su primer blanco directo. Esa tarde, a sus 17 años celebró la victoria con el vino confiscado a los franceses junto a sus cuatro compañeros. No le preocupaba mucho a quienes había destruido.
Lleno de euforia regresó a descansar por segunda y última vez durante la guerra, no vería otro momento de solaz hasta la rendición incondicional del Tercer Reich.
- ¡Imagínate que lucharíamos contra los ingleses en el desierto de África del norte a comienzos de 1941! Dice con un tono algo irónico.
– Es increíble, los médicos militares alemanes explican que yo no estaba apto para el trópico.
Dieter les replicaba: -Pero, si yo nací en Venezuela.
Pfeifer con el uniforme de las panzerwaffe.
No solo fue el desatino médico, llegaron largas horas de reentrenamiento para el que se esperaba sería un adversario mayor, y en igual medida charlas ideológicas acerca de la supremacía germánica sobre el nuevo enemigo eslavo.
- Nada que ver, me enviarían a invadir la Unión Soviética durante Junio en la Operación Barbarossa.
En esta ocasión casi 4 mil tanques atravesaron Polonia solo que más al Este, las defensas rusas del lado oriental caían con más facilidad que en las dos campañas anteriores y el rápido avance por las infinitas llanuras rusas pobladas con alfombras de girasoles de más de dos metros de alto daban placer a la vista del joven comandante.
Para septiembre casi un millón de soviéticos se había rendido a los alemanes. En noviembre estaban cerca de Moscú. Los largos rastros de los tanques sobre las primeras nevadas eran una constante por donde pasaban en el paisaje de ese gélido invierno. El 21 de ese mes su tanque y dos más acababan de pasar un puente cuando detrás de ellos los rusos volaron las bases colapsando la estructura. Estaban solos los tres Panzers a las puertas de la capital. Pfeifer rápidamente ordenó colocarse popa contra popa y los cañones apuntando al exterior de ese pequeño círculo defensivo, así pasaron las horas sin que nadie los enfrentara.
Antes que oscureciera y mientras la temperatura descendía de 9 a 42 grados bajo cero, se colocó su blanco abrigo invernal y salto fuera del blindado. Al caer sobre la nieve, hundió todo su escaso metro y medio de humanidad. Las risas de los otros tripulantes no se hicieron esperar, lo bautizaron “Stepke”, un modismo alemán para la palabra “pequeño”.
Entrada la gélida noche y sin producirse ningún combate apareció una pequeña comitiva soviética que se aproximó a ellos ondeando la tradicional bandera de tregua, con mucha precaución y hablando a distancia los dos idiomas enfrentados pidieron por mantas o combustible para generar calor.
Dieter en un Pz. IV de la 11ª Pz. Div.
- No recuerdo bien cómo salimos de las afueras de Moscú a reunirnos con nuestra división, pero hasta allí fue lo máximo que llegamos. Los soviéticos tomaron fuerza durante la navidad y allí comenzó nuestra larga retirada de tres años.
La retirada no era una estampida, los alemanes escasos de suministros, lograron mantener algunas posiciones, sin embargo el retorno hacia el oeste era notable. Grandes masas de rusos los atacaban y en similar medida aparecieron los famosos tanques soviéticos T34 que a pesar de su fragilidad ante los panzers, si lograban acercarse a menos de 500 metros podían destruir hasta el modelo IV de los germánicos. El 28 de diciembre su 11ava División llamada “Fantasma” (anterior entrega se puede ver una foto de un panzer esta división) destruyó por completo el 24avo cuerpo de tanques soviético.
Dieter y su hermano.
- No solo era el frío, hasta la comida escaseaba. En una villa robamos unas gallinas y las colocamos amarradas en la parte exterior atrás del tanque. Al retirarnos y entrar al Panzer para calentarnos alguien nos lanzó una granada, la misma no afectó en nada a nuestro blindado, al rato sintiéndonos más seguros y con hambre fuimos a rescatar a las aves…no quedaban sino plumas chamuscadas, allí cayó la granada. Pasamos más hambre pero nos reímos…
Entrada la primavera de 1942, la nieve se volvió barro y sólo hasta el verano el pantano comenzó a secarse. También llegaron algunos suministros y nuevos tanques del modelo IV que a pesar de ser más lentos usaban un cañón de 75mm largo.
- Ya había destruido unos cuantos T34s, cuando una tarde me emboscaron cinco de esos blindados soviéticos. Cerré la escotilla y le indiqué al conductor que diera marcha atrás a unos matorrales, el hombre estaba muy nervioso y me incliné de mi posición superior para darle un cigarro a manera de relajarlo. Inmediatamente sentí la explosión sobre mi espalda, me quedé sordo y aturdido. Luego sentí ese calor intenso que ardía en mi espalda con más de diez humeantes pedazos de metal incrustados en mi piel. Tampoco recuerdo cómo me sacaron, pero el artillero estaba partido a la mitad como la lavandera de mi infancia comida por el caimán y otro de mis tripulantes estaba tan herido como yo. Había sangre por todo el interior del Panzer. Nunca había visto tan cerca la muerte.
Saludos.
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