Terminamos la entrevista a Dieter Pfeifer, carrista de la panzerwaffe durante la SGM.
- El 20 de abril estaba en un hospital lejos del frente, acostado boca abajo al lado de otro comandante de tanques a quien le había pasado lo mismo que a mí.
- Esa noche era la celebración del cumpleaños del Führer. Los doctores y enfermeras salieron a celebrar dejando para nosotros una botella de champaña pero en su premura todas las luces de la sala quedaron encendidas. Mi compañero tenía una pistola Luger y luego de tomarnos la botella, él disparó contra las luces para un merecido sueño.
Al sanar sus heridas le fue otorgada la Cruz de Hierro y la Medalla del Frente Oriental. En alusión a los fríos inviernos rusos a esta última condecoración la llamaban “orden de la carne congelada”.
Transcurrió otro año logrando destruir más blindados enemigos, la superioridad del Panzer IV les permitía disparar a más de 1500 metros y dejar fuera de combate a los T34. Hasta llegó a usar su cañón para destruir un lento avión con el cual un desafiante General soviético los sobrevolaba frecuentemente.
- Apuntamos nuestro tanque en la ruta de ascenso de la aeronave y disparamos. Sí cuando le dábamos de lleno a un T34 este generalmente saltaba la torreta y se incendiaba lentamente, con el avión sólo pedacitos quedaron ¡Celebramos con vodka!
Ese invierno no fue tan malo para los combatientes alemanes, ya que se estaban habituando al invierno ruso. Luego entró la primavera de 1943 y cerca del verano de 1943, con el más rápido y poderoso Panther recorría las llanuras ucranianas. En julio de ese año participó en la batalla de tanques más grande de toda la historia: Kursk.
En esas planicies chocaron 1400 tanques alemanes contra 3800 soviéticos. A pesar de la supremacía técnica germánica, el combate se hizo casi a quemarropa saliendo los rusos con ventaja. El comandante de la división de Pfeifer llamado Karl Sivers logró destruir varios T34s en Tomarovka, pero su mayor mérito fue sacar con vida y casi intacto a todo su grupo. Dieter cuenta que para salir apresuradamente y combatir durante día y noche los médicos les inyectaban algo que no les dejaba dormir. Esta táctica de supervivencia unida a la prudencia de Sievers fue aprendida por el venezolano. Al contrario, las divisiones más fanatizadas del Reich se creían invencibles y aunque lograban mayores victorias se exponían a la muerte más fácilmente.
- A la mayoría de esos indoctrinados de las SS y otras unidades politizadas al extremo los vi morir por decenas.
A finales de 1943 cruzó de regreso a Alemania el congelado río Dnieper, saliendo de Ucrania a comienzos del año siguiente. Entrando al sur de Europa oriental logró mantener casi intacto su grupo cuando en marzo de 1944 un bombardeo aéreo sobre sus tanques dio cuenta de su admirado Mayor Karl von Sivers. El salió ligeramente herido pero el golpe supremo era la pérdida del mentor… Es un episodio del que nunca pudo hablarme en detalle sin quedarse en silencio, enrojecer su piel y humedecerse sus ojos.
En junio de 1944 logró llegar a territorio seguro, los aliados habían desembarcado en Normandia y su unidad, aún sin descanso, fue enviada a pelear en ese región de Francia, allí logró su última victoria contra un tanque Sherman norteamericano. Se fueron en retirada hasta Alsacia hacía finales de año y en el último invierno de la guerra estuvo en las Ardenas.
El 28 de febrero de 1945 recibió la orden de destruir los puentes de Coblenza. El alcalde del pueblo se acercó a la unidad de Pfeifer y le comunicó que a pesar de que ellos eran militares, él era la autoridad en la zona para permitir esa destrucción. -¡Los americanos se acercaban! Le indicó Dieter al alcalde y debían cortarles el camino. La autoridad entendió las razones pero exigió los documentos del comandante, al ver la fecha le dijo: - Pero usted está de cumpleaños. Lo invitó a un brindis, a lo que Pfeifer se negó amablemente mostrando su tanque lleno de vinos. Sin embargo, el alcalde ofreció la irresistible bebida local “champaña en durazno”, la bebida se subió a la cabeza de todos los celebrantes y la misión quedó rezagada para el día siguiente.
Esa mañana un escuadrón de cazabombarderos americanos arrasó con todos los blindados dejando todos los puentes intactos. El Sr. Dieter decía que Coblenza le debe a él sus viejos puentes por su 22 cumpleaños.
Se entregaron a Patton en abril, la petición de no ser llevado con los rusos fue cumplida por el general. Pero ese consuelo les fue de poco al ver cómo las alemanas se entregaban a los norteamericanos por una barra de chocolate o a veces nada, incluso no había donde dormir ya que los propios alemanes no les dejaban entrar en sus casas a pasar las aún frías noches de la primavera de ese año de la derrota del tercer Reich…”para eso peleamos tanto” pensaban los vencidos.
Un asistente de Patton fue uno de los soldados que lo ayudó a enviar carta a sus padres en Venezuela.
Dieter Pfeifer (1923-2010).
- Mi primer amor en esos años de la guerra murió en los bombardeos aliados a Hamburgo, eso me partió el corazón. Sin embargo unos meses al terminar la guerra conocí a mi actual esposa, Eleonore, que también era medio venezolana. Junto a la familia de ella decidimos volver a donde nacimos, donde mis padres me esperaban. Rehice mi vida trabajando mucho y luego comencé a sembrar plantas ornamentales para hacer un buen vivero, ese negocio prosperó hasta hoy. Aparte de las plantas me divertía en la costa oeste de Venezuela, hasta tanto transmití ese amor por los mares que otro de mis cuatro hijos se hizo un excelente buzo comercial. El gobierno alemán jamás me pensionó a pesar de algunos contactos que hicimos. Sobreviví a la muerte por cáncer de mi hijo mayor quien tenía mis condecoraciones de guerra. No hablé más nunca de lo que viví en la Segunda Guerra Mundial hasta que cumplí 82 cuando regresaron aquellos recuerdos y la gente volvió a preguntar.
Pfeifer vestido de civil.
Hay secretos, muchos más detalles y dolores que se quedaron en ese otro venezolano combatiente de las guerras ajenas a esta nación durante el siglo XX. Dieter Pfeifer era un hombre de baja estatura, muy amistoso, quien llevaba en su cuerpo más de una docena de heridas en batallas reales. No sólo tenia cicatrices que ocultaba su ropa, también, creo, me escondía las historias mas vergonzosas: otras muertes más horrendas, pánico durante el combate, quemar las villas de personas quienes sólo vivían por donde pasó la vorágine, creerse mejor que su enemigo, el temor de persecución por aquellos a quienes dañó, el nieto que preguntaba: -Abuelo ¿a cuantos mataste en la guerra? La herida que deja mayor dolor en el tiempo no es aquella marcada en la piel; es haber visto el fuego, la sangre, oler la carne quemada y la destrucción a tu alrededor. Al menos murió en paz…creo eso firmemente.
Referencias:
Forczyk, R. 2007. Panther vs T34 Ukraine 1943. Osprey Publ. 80pp.
MacDonald, J. 2001. Grandes batallas de la II Guerra Mundial. Ed. Optima, 192pp.
Michulec, R. 2001. Panzer Division 1935-1945. Concord Publications. 72pp.
Editorial Planeta. Stalingrado, La tumba blanca del Reich. 156pp.
http://www.lostbattalion.com/t-ff_11PZ.aspx
http://www.germanwarmachine.com
www.achtungpanzer.com/
Saludos.