¿Cómo se desarrolla la rebelión y la posterior represión en el Arrabal?
Desde el reinado de Abderraman I la fisonomía urbana de Córdoba había experimentado un gran cambio. Buena prueba de ello era la formación, tras la restauración por Hisham I del puente romano sobre el Guadalquivir, de un gran arrabal en la orilla izquierda del río que se extendía desde la ribera del río hasta los alrededores de la vecina aldea de Shaqunda, la antigua Secunda. Su población estaba integrada tanto por miembros de la plebe como por artesanos y pequeños comerciantes muladíes y mozárabes. Su proximidad a la Mezquita Mayor y al palacio de los emires hizo que se convirtiera en el hogar de numerosos alfaquíes. El contacto de éstos con los elementos más levantiscos del populacho cordobés va a convertir el arrabal en el centro de una oposición alimentada y avivada por la poca flexibilidad, el carácter impulsivo y la justicia en ocasiones sumarias del emir.
Así estaban las cosas, cuando en mayo de 805, un grupo de notables cordobeses, entre los que había varios alfaquíes, tramó una conjura para deponer a Al-Hakam I y reemplazarlo por su primo Muhammad ben al-Qasim. Este omeya simuló aceptar la propuesta de los conjurados pero inmediatamente informó al emir quien hizo detener a los conjurados y los condenó a muerte. Al mismo tiempo, el emir hizo matar en sus celdas a dos tíos suyos, Maslama y Umayya, a los que tenía encarcelados desde su llegada al trono. Entre los 72 notables crucificados estaban el hijo de un antiguo cadí de Córdoba; un inspector de mercados; un eunuco del palacio y un antiguo discípulo de Malik ben Anas, el alfaquí Yahya ben Mudar.
La conmoción por estas ejecuciones en Córdoba fue tremenda y alentó el descontento. Las gentes discutían acaloradamente en las reuniones públicas, conspiraban en las mezquitas y veían por todas partes espías y denunciantes. Por su parte, el emir tomó una serie de precauciones como fueron la restauración de las murallas de la capital, tapando las brechas, cavando un foso de circunvalación y colocando sólidas hojas de puertas en todas las del recinto. Además, abrió una nueva puerta en el ángulo sudoeste de la muralla, la Puerta Nueva, de la que salía un camino que iba a un vado del río, un poco aguas arriba de la ciudad. También acumuló armas en palacio y compró fuera de al-Andalus nuevos esclavos para su milicia personal que estaba al mando del jefe de la comunidad mozárabe de Córdoba, el comes Rabi, hijo de Teodulfo.
Al año siguiente, se produjo una refriega bastante grave en el arrabal cuando una orden del jefe de la policía de mercados fue mal tomada por los comerciantes quienes, armados, se manifestaron por las calles. El emir, que se encontraba entonces asediando Mérida, volvió de inmediato a la capital para investigar el incidente. El principal agitador, un comerciante del arrabal, fue preso y crucificado junto con muchos otros cordobeses. Los ánimos continuaron agitándose en los años siguientes hasta desembocar en la gran revuelta popular del 25 de marzo de 818 que tuvo como causa la imposición por parte del emir de nuevos impuestos cuyo cobro estaba a cargo del mozárabe comes Rabi. Todo empezó cuando un soldado de la guardia del emir mató a un espadero que se hacía el remolón en coger su arma para bruñirla. Ese mismo día, el emir había salido de caza y a su regreso, al atravesar el arrabal, fue acogido con gritos del populacho. Su escolta cogió a diez de los manisfestantes y los crucificó. Pero, apenas había entrado el emir en su palacio, cuando los habitantes del arrabal armados con picas, cuchillos y hachas, se dirigieron en masa al puente del Guadalquivir con la intención de penetrar en el palacio. La guardia del emir defendió el acceso al puente y cuando estaban a punto de ser desbordados los revoltosos fueron atacados por detrás por destacamentos de caballería que, saliendo por la Puerta Nueva, habían cruzado el Guadalquivir por el vado de la Rambla. El motín quedó sofocado y el emir ordenó a sus tropas que penetraran en el arrabal y no dieran cuartel. Durante tres días se sucedieron las matanzas y los saqueos en el arrabal hasta que el emir ordenó que éste fuera bloqueado por sus tropas mientras se decidía lo que había que hacer. Pocos días después emitió su sentencia: en primer lugar 300 notables entre los supervivientes serían ejecutados y crucificados, el resto de los habitantes del arrabal se les perdonaría la vida a condición de salir inmediatamente de Córdoba; el arrabal sería arrasado y su solar roturado y sembrado. Tal actuación le valió a Al-Hakam el sobrenombre de al-Rabadí (“el del Arrabal”) por los historiadores musulmanes.
El éxodo de la población del arrabal, con la excepción de los alfaquíes y sus familias, que fueron perdonados por el emir, comenzó en la primera quincena de abril de 818. Según algunos cronistas el total de familias desterradas ascendió a unas 20.000, aunque probablemente se trate de una cifra exagerada. Una pequeña parte de los desterrados optaron por refugiarse en Toledo, pero la mayoría decidieron cruzar el estrecho y asentarse en Marruecos donde fueron bien acogidos por Idris II y muchos se asentaron en la ciudad de Fez. Otro grupo de desterrados llegaron hasta Alejandría y aprovechando los disturbios que existían en esa época en Egipto consiguieron convertir Alejandría en una pequeña república independiente. Al cabo de 10 años fueron expulsados de allí por el gobernador de Egipto y decidieron dirigirse hacia Creta, entonces en poder del Imperio Bizantino, que ocuparon completamente y donde permanecerían hasta el año 961 cuando la isla fue reconquistada por los bizantinos.
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