Que sucedió en "la jornada del foso"
Toledo, al igual que Zaragoza, estaba poblada en su mayoría por muladíes poco propensos a reconocer por mucho tiempo la autoridad de los emires. Al año siguiente de la subida al trono de Al-Hakam, Toledo se rebeló al mando de un agitador llamado Ubayd Allah ben Jamir. Ante esta situación, el emir envió al muladí Amrus, entonces al mando de Huesca, dándole carta blanca para sofocar la rebelión. En primer lugar, Amrus eliminó al jefe de la revuelta, Ubayd y a continuación diezmó a la clase dirigente toledana en la famosa “jornada del foso”. Los hechos sucedieron como sigue:
Al llegar en 797 a Toledo, Amrus comenzó por engañar a sus habitantes y a persuadirles que lo mejor era que él mismo, con los agentes de la administración y la guarnición, residiera en un castillo que pensaba construir cerca del puente sobre el Tajo, al noroeste de la ciudad. Se procedió, pues, a la construcción de una ciudadela de muros de tapial sobre el emplazamiento casi con certeza del actual alcázar. Terminada la obra, el emir, siguiendo un plan trazado de antemano, envió un ejército al mando de su hijo Abderraman con el pretexto de una expedición a la frontera y por un itinerario que le hace pasar junto a Toledo.
Amrus y los personajes más importantes de la ciudad salen al encuentro del príncipe y le piden que honren a Toledo con su visita. Abderraman, después de hacerse rogar, accede a su deseo, y Amrus invitó a los muladíes más influyentes de la ciudad a un gran banquete que será dado en la ciudadela con la presencia del príncipe heredero. Conforme los toledanos van entrando en la ciudadela son llevados de uno en uno al filo de un inmenso foso, del que se había sacado la tierra para hacer el tapial, y allí son decapitados y sus cadáveres empujados al foso. Se estima que los ejecutados fueron unos 700. La impresión ante tamaña matanza fue tal que Toledo quedó en calma durante varios años aunque a partir de 811 volverá a las andadas. A partir de ese año y durante tres años consecutivos Toledo se rebelará obligando al emir a enviar tropas para sitiar la ciudad y restablecer la autoridad del emir. Situación que volverá a repetirse de nuevo en 818-819.