Desde la aparición del carro de combate durante la Gran Guerra (1917), estas grandes máquinas de destrucción han cautivado la imaginación del hombre. Gigantescos jugernauts de metal escupiendo fuego y causando gran destrucción y mortandad. Era obvio que tarde o temprano, iban a salir en la gran pantalla. No hablaremos aquí de películas donde el carro de combate sea el protagonista si no de cómo ha sido representado a lo largo de la historia del cine.
El coste de su despliegue y la disponibilidad han sido los condicionantes de su presencia en el cine, lo que solía dejar en segundo plano la fidelidad histórica. Lo primero porque desplegar carros de combate en una película no es algo precisamente barato ni que pueda hacerse sin la colaboración de las fuerzas armadas, coleccionistas privados o museos; y lo segundo, porque, si exceptuamos los escasos modelos que han pasado a museos como el de Saumur (Francia), Bovington (Reino Unido), Kubinka (Rusia), Toledo (España), Münster (Alemania) o Aberdeen (EEUU) y las colecciones privadas y de grupos de recreación histórica, con el paso del tiempo han ido cayendo todos bajo el soplete de los chatarreros: aunque a veces el destino depara sorpresas como el hallazgo de vehículos de la segunda guerra mundial e incluso anteriores en países como Iraq (cazacarros M36B1 y B2 Jackson estadounidenses) o Afganistán (carros ligeros L3 o CV33 italianos). También se puede contar con las flotas de carros de países del tercer mundo que suelen tener carros ya obsoletos en servicio.
Pero, como norma general, la presencia de vehículos 100% históricos ha sido anecdótica en el mundo del cine, situación que ha ido mejorando en los últimos años, gracias a los avances en los efectos especiales producidos por ordenador o fuertes inversiones económicas en pro de una mayor fidelidad histórica.
Sea como sea, cuando en una película, da igual su género, han hecho aparición estos adalides de la destrucción, nos podemos encontrar tanto pruebas de una ingenuidad y un sentido de la improvisación a la máxima potencia (y que suele dar unos resultados más bien pésimos...) como de una gran inversión que no repara en gastos, y que más allá de la calidad cinematográfica propiamente dicha, visualmente da grandes resultados.
En el caso del cine bélico, que es el que nos ocupa y preocupa a los apasionados por la historia, la principal fuente de recursos a la hora de proporcionar material militar para un rodaje han sido las fuerzas armadas del país donde se rueda la película. Otra fuente suelen ser los coleccionistas de material militar (en su mayoría estadounidenses) que alquilan el material a las productoras. Y si ninguno de estos medios está al alcance de la mano (ya sea por motivos económicos o políticos), siempre queda el recurso de las maquetas y modelos a escala fabricados ex profeso para el film.
El espectador medio no se fijará nunca en los detalles concretos de si tal o cual modelo es real o es históricamente correcto. Nosotros, los aficionados a la historia, y más concretamente aquellos que somos aficionados a los carros de combate, sí que nos agarramos instintivamente a la butaca del cine o nos tensamos en el sofá cuando comenzamos a ver en pantalla esas “pequeñas discrepancias” que hacen que abramos la boca y nuestra familia y amigos se arrepientan de estar junto a nosotros viendo la película: a expresiones como “ese no es el tanque que debería ser” o (rizando el rizo...) “ es que no solo no es el tanque, es que además los colores no son los correctos y no había tanque XYZ en la batalla de QWERTY...”, situación que nos garantizará una absoluta tranquilidad la próxima vez que veamos una película de nuestro agrado al tener que ir solos.
La necesidad y la ingenuidad han hecho que las productoras usaran cualquier medio a su alcance para tener carros de combate en las películas.
Si hay un carro de combate al que se le puede llamar “padre” de los tanques, este es el Renault FT-17. Con él nace el concepto moderno de carro de combate con torre artillada.
Este y sus variantes o modelos producidos bajo licencia son una constante en el cine de los años 20, 30 y 40, junto a modelos más modernos o engendros surgidos de la imaginación de los guionistas, productores o directores. Ya sea en películas, documentales o noticiarios, su imagen dará la vuelta al mundo, junto a los carros clásicos de La Gran Guerra.
Con el estallido de la Segunda Guerra Mundial, los carros de combate serán un elemento más de propaganda para todos los bandos, una muestra de su poderío militar e industrial que se asomará al exterior a través de la gran pantalla.
Aunque no es una película propiamente dicha (seria algo bastante mas parecido a un film-documental de ficción) ,“Si la guerra llega mañana” (If War Comes Tomorrow/Esli Zavtra Voyna), de Efim Dzigan (1938) nos habla de una supuesta invasión de la URSS por un enemigo desconocido. Toda la panoplia de vehículos blindados del ejercito rojo del momento desfila ante nuestros ojos, desde las tanquetas T-27 hasta los grandes carros T-28. Los enemigos son representados usando carros MS-1, la versión soviética del FT-17 y hablando alemán...
Haciendo el mismo papel de carros alemanes, se pueden ver FT-17, o quizás mas concretamente la versión estadounidense el Carro Ligero M.1917 Six Ton, en la película de Jean Renoir “Esta tierra es mía” (This Land is Mine) de 1943. Rodada en blanco y negro, podemos apreciar los carros pintados con ostentosas cruces negras y esvásticas, quizás repintados en color gris, que al espectador del momento le ayudarían ha hacerse una idea abstracta de la maquinaria de guerra alemana. No hace falta decir que para 1943 ese carro era obsoleto en el ejército de los EEUU, aunque paradójicamente los alemanes disponían de un gran numero de Renault FT-17 franceses para tareas de segunda linea o de seguridad interna.
Continuará.
Saludos.