La llegada de Tayfusa (le llamaremos así) con sus Ronin y su “comportamiento” evidentemente no le hizo mucha gracia al Gobernador Gonzalo Ronquillo que, tras mandar una misiva a Su Majestad Felipe II explicándole la situación, encargó a Juan Pablo de Carrión acabar con los “tejemanejes” de estos Wokous.
Para ello le fueron asignados (atención a los números) 40 soldados, una galera (La Capitana), un navío ligero (San Giuseppe) y 5 bajeles pequeños (al menos los navíos iban con su propia dotación) que algo es algo.
Carrión no esperó un instante y marchó desde Manila, lugar donde le fueron entregadas sus fuerzas, sin más dilación hacia Luzón. Allí localizó en el mar un navío de guerra japonés (probablemente regresando a su zona con el botín) que fue cañoneado hasta hacerlo retirarse. Hay que destacar que los barcos españoles eran infinitamente superiores a los asiáticos en velocidad, maniobrabilidad y potencia de fuego.
La respuesta de Tayfusa no se hizo esperar, con un Junco (navío de origen chino sin quilla y con velas unidas por juncos, uno de los navíos mas grandes de la época), 18 embarcaciones ligeras y más de 1000 Ronin se dedicó a arrasar la costa de Luzón. Y en estas que fue sorprendido por la “armada” de Carrión que se abalanzó sobre el enemigo de la Corona sin miramientos.
La primera en llegar fue la galera, el barco más rápido del convoy. Esta, que iba cargada con los 40 soldados, cañoneó primero al junco y acto seguido pasó a intentar un abordaje. 40 españoles abordaron un navío con unos 400 enemigos, pero por entonces los soldados españoles no tenían rival en el mundo y su autoestima era brutal.
Vamos a aprovechar para hacer un pequeño repaso al armamento de los contendientes. Los españoles por estos lares eran bastante polivalentes; no había una distinción clara entre los desempeños (piqueros, rodeleros, arcabuceros o mosqueteros) sino que más bien todos hacían de todo según convenía. Su panoplia era sencilla, morrión o capacete, peto y espaldar (otros media armadura), escarcelas y alguna rodela como defensa. Como armas atacantes contaban con picas, alabardas, espadas, arcabuces y algún mosquete (que el duque de alba introdujo en las formaciones ya en 1567).
Los japoneses por su parte llevaban principalmente katanas y wakizashis (grande y pequeña), naginatas, alabardas y arcabuces como armas de ataque y medias armaduras unos y armaduras completas otros según prestigio y condición.
Pues bien, el abordaje (al mando del propio Carrión) salió perfecto en un principio. Consiguieron hacerse fuertes en la popa del barco y comenzaron a avanzar en formación típica de combate (dícese piqueros en una primera línea y arcabuceros y mosqueteros cerrando la formación hostigando). Así avanzaron hasta más de la mitad de la cubierta del junco, pero en ese momento los Wokou se organizaron y comenzaron a contraatacar. Claro, numéricamente los japoneses eran muy superiores y si a esto le sumamos que también contaban con arcabucería las tornas cambiaron.
Los españoles comenzaron a retroceder y, al ver esto, Carrión cortó una driza haciendo que parte del velamen cayese formando un parapeto improvisado.
En ese preciso momento el San Giuseppe hizo acto de presencia cañoneando sin piedad a los piratas; lo cual consiguió que rompieran su formación. Al ver aquello Carrión volvió a mandar cargar, y esta vez su impacto fue brutal. Cientos de japoneses fueron aniquilados antes de que Juan Pablo mandase volver a La Capitana. Muchos samuráis se lanzaron al mar en vez de seguir combatiendo, algo que no es muy del Bushido que digamos, muriendo ahogados por el peso de sus armaduras.
Este primer choque dejó claro que los soldados españoles eran muy superiores a sus rivales en táctica y técnica de combate, así como en disciplina y, sobre todo, armamento (porque se dieron cuenta que las katanas cortar lo que es cortar cortaban bien, pero al choque con las rodelas y las roperas se mellaban como si fueran de plomo). Algo de lo que Carrión sacaría ventaja nuevamente.
Tras esta victoria la flota española descendió por el Rio Tajo (actual Río Cagayán) donde se dio de morros con los 18 barcos ligeros japoneses y entre 800 y 1000 hombres.
Comenzó un cañoneo mutuo en el que las armas españolas fueron muy superiores a las japonesas. Pasando lo que era de esperar. En esta refriega los Waku tuvieron unas 200 bajas por ninguna española.
Los Españoles finalmente desembarcaron en un recodo del río y comenzaron a fortificarse mediante la construcción de una trinchera y un pequeño foso. Hasta allí llevaron varias piezas de artillería de los barcos así como toda la pólvora y munición que pudieron a la espera del ataque Waku.
Pero este no se produjo: en su lugar Tayfusa (a quien le debía oler todo a cuerno quemado) mandó una embajada pidiendo la rendición incondicional española. La respuesta fue clara y contundente, “dejaos de tonterías y marchaos de aquí antes de que nos enfademos de verdad” fue, más o menos, la respuesta de Carrión. Tayfusa buscó de nuevo una manera de evitar el combate, esta vez el ofrecimiento era que abandonaban la zona pero por ello querían una compensación por las bajas y las pérdidas materiales. Esta vez Carrión fue mas allá, “marchaos pero dejad aquí las armas, la munición y los víveres, que no nos fiamos demasiado de vosotros. Solo así os dejaremos salir de aquí vivos” (de nuevo me tomo una ligera licencia poética).
Evidentemente no cabía más que el enfrentamiento.
Tayfusa ordenó un ataque escalonado contra la posición española. Pero sus Ronin chocaron una y otra vez contra las picas españolas mientras eran hostigados sin piedad por los cañones y arcabuces . Primera retirada nipona.
El segundo ataque fue más furibundo que el primero, una gran número se lanzó contra las picas intentando arrancárselas de las manos a los españoles mientras detrás se colocaron los arcabuces japoneses que disparaban todo lo rápido que podían. El resultado fue el mismo, Carrión (perro viejo) se había adelantado a el movimiento japonés untando las picas con sebo. Los japoneses que intentaban quitar las resbaladizas picas, eran pasto fácil de las alabardas y espadas españolas y, además, sus propios arcabuceros hacían más bajas entre los suyos que entre los rivales. A esto hay que sumar la lluvia de hierro que desde la posición española escupían cañones y arcabuces. Nuevo desastre Nipón.
Tayfusa mandó reordenar las tropas y cambiar la táctica. Todos a la vez sin miramientos. Ya habían dejado de escuchar los cañones españoles con lo que no les debía quedar pólvora. Y no se equivocaba.
Tercera oleada, loca y brutal. Sorprendentemente a media carga los japoneses se encontraron las picas españolas en el suelo, una oportunidad que no debían desaprovechar. Los ashigaru (infantería ligera proveniente de las clases bajas) se lanzaron con todo, pero las picas estaban ensebadas de nuevo con lo que se les resbalaron de las manos (nueva treta de Carrión) que mandó cargar a sus hombres en formación. Esta vez sí hubo un combate Cuerpo a Cuerpo, Ropera contra Katana, 30 Soldados Españoles contra 400 nipones. Destrozo.
Los Ronin acabaron huyendo del acero español, vencidos, cansados, humillados. Corrían como pollos descabezados, lentos por el peso de las armaduras, presas fáciles para la mejor infantería del mundo. Murieron todos.
Carrión y sus 20 soldados supervivientes habían vencido. Recogieron una a una las armaduras y las espadas de sus enemigos, las empaquetaron y se las mandaron a Felipe II como regalo, total, ¿para qué las querían? Eran infinitamente peores que las suyas.
- La conspiración Tondó
Tras los combates de Cagayán ningún enemigo externo se atrevió a volver a intentar nada contra los españoles, los únicos que se atrevieron en 1587 fueron los Aristócratas Borneanos de Manila. Tras la expedición de castigo española a Brunei, este país se quedó aislado y debilitado con lo que sus pretensiones territoriales en Filipinas se frenaron, esto no gustó a los Ricos de origen Borneano de Manila que intentaron una sublevación. Pero sus planes fueron descubiertos y ellos exiliados.
- Toyotomi Hideyoshi
Este Shogun japonés mandó un tratado de amistad a España en 1590 pero en 1591 exigió la sumisión filipina a Japón.
Os podéis hacer una idea del caso que se le hizo, Él se quedó en su Isla y ahí acabaron sus delirios. Sin más.
Bibliografía.
Lo único que he podido investigar ha sido a través del comic Espadas del Fin del Mundo, de la Wikipedia y de un montón de Blogs y Podcast que dicen prácticamente lo mismo.
También hay que decir que, muy probablemente, no todos los piratas eran samuráis o ashigarus, si no que estos estarían mezclados con soldados chinos y malayos. Lo cual no desmerece, ni mucho menos, la hazaña de los hombres de Carrión.
Saludos.