El Primer Sitio de Viena, 1529
Buenas amigos y amigas de Antena Historia (Egun On a mi amigo Carlos ya sabe el por qué). Soy Julio Valle El Marqués de Bengoa y hoy quiero hablaros del primer asedio de la ciudad de Viena, en 1529, por parte del Imperio Otomano al mando del famoso Solimán El Magnífico. Sí, ese sitio que la “prensa” inglesa y centroeuropea ha dejado de lado porque, como casi siempre, fue la Monarquía Hispánica la que le dio la patada al turco. Un turco apoyado por Francisco I de Francia, un rey traidor a su palabra y su religión (que es venerado en su país únicamente). Pero como ya viene siendo habitual lo voy a contar a “La Manera Del Marqués” que me han dicho algunos por redes sociales o, como dice el Gran Antonio Cruz, “Con el Sello del Marqués”. Así que no volveré a decir eso de novelar la historia puesto que yo no soy precisamente Pérez Reverte.
Bien que me centre, antes de entrar en harina y como suelo hacer, voy a comenzar por los antecedentes históricos, muy necesarios hoy especialmente porque vienen con mucha Tela. Ya adelanto que de esto, Francisco I, no sale muy bien parado. Pero vayamos al principio.
La enemistad entre La Monarquía Hispánica y Francisco viene de lejos, exactamente 10 años atrás con la muerte de Maximiliano I de Habsburgo, el emperador del Sacro Imperio Romano, en 1519.
Vale, Maximiliano I era el padre de Felipe I de Castilla, venga os lo pongo más fácil, de Felipe el Hermoso. Exacto el que se casó con Juana I de Castilla, vale La Loca. Con lo que era el abuelo de Carlos I de España, y si no he dicho Castilla he dicho España porque con él se acabó lo de Castilla, Aragón y Navarra (la cual se conquistó para España en 1512). Carlos creó un único reino en una única nación. (Que luego hay quien se vuelve loco retorciendo la historia hasta llevarla a su vera, pero esa (nunca mejor dicho) es otra historia.
Bueno el caso es que al morir este señor su única descendencia directa era Carlos (y su hermano Fernando) pero como bien nos relató Sergio de La Trompeta de Jericó en su podcast sobre la elección del emperador en el AH 60, la cosa no era sencilla.
Había tres candidatos a ostentar el Título, Enrique VIII de Inglaterra, Francisco I de Francia y Carlos I de España.
Enrique (que por entonces tenía 27 años) no contaba con el apoyo del Papado ni con el dinero suficiente como para untar a los electores. Así que se retiró pronto.
Francisco I (que tenía 24 años) contaba con el apoyo del Papa León X y con oro. Rival peligroso.
Carlos I (que tenía 19 años) contaba con que su familia había llevado ese título desde 1440. Era nieto del anterior emperador y contaba con la liquidez necesaria para pagar los votos. Y el ejército necesario para meter miedo.
Resumiendo, tras dejar Castilla pelada de oro y amedrentar un poco a los electores Carlos fue elegido Emperador en 1520 en Aquisgrán. Y en ese preciso instante Francisco se dio cuenta de que estaba totalmente rodeado por los territorios Hispánicos.
Con lo que ¿qué hizo? Pues atacar un año después en 1521 aprovechando que Carlos estaba el Alemania solucionando problemillas de su Reinado allí. Así que además a lo zorro atacó en connivencia con Enrique II de Navarra a quien ayudó a recuperar su reino.
Tras esto Carlos habla con Enrique VIII (casado con su tía Catalina de Aragón, hermana de su madre Juana) y pacta un ataque conjunto a Francia. El inglés atacaría desde Bretaña y el español desde sus posesiones hispanas, una vez acabada la guerra se dividirían los territorios del reino Franco. Pero a Enrique Tudor se le “olvidó” atacar, con lo que dejó a Carlos solo y con un problema serio. Pero en 1525 en la batalla de Pavía los generales Españoles Antonio de Leyva y Fernando de Ávalos destruyen al ejército francés y aniquilan a todos los comandantes galos. Y en un giro del destino un soldado de infantería guipuzcoano, llamado Juan de Urbieta y Lezo, con una dulzura legendaria, apresa a Francisco I que es llevado a Madrid como prisionero. Como dato decir que también apresaron a Enrique II de Navarra, pero este se escapó al poco y consiguió llegar a Francia siguiendo su particular lucha.
Al enterarse Enrique VIII, de la victoria española vino a decir eso de ¿qué hay de lo mío sobrino? A lo cual Carlos le respondió que “Se te olvidó movilizar a tus tropas Querido Tío con lo que si nada hiciste nada tienes”. Esto nos costó una enemistad con Inglaterra que duró años por no decir que sigue durando.
Pero bueno tampoco nos adelantemos, tenemos a Francisco preso en Madrid, en un estado de semi libertad donde se dedica a la Bon Vivant por la corte, desde mandar una carta de agradecimiento a Juan de Urbieta por su gentil captura y un conato de suicidio, que no se creyó ni él fueron sus andaduras por palacio con lo que se convirtió en un problema para Carlos, el cual tras analizar todas las posibilidades, incluida la ejecución del reo, decidió quitárselo de encima firmando el Tratado de Madrid en 1526 y quedándose como único trofeo la espada de Francisco, la cual quedó expuesta en una vitrina, para recordar la deshonrosa derrota de tan ilustre enemigo.
En este tratado Francisco renunciaba en favor de España a sus derechos sobre el Milanesado, Borgoña, Génova, Nápoles etc. etc. etc. Pero el francés nada más pasar la frontera y verse a salvo, rompió el tratado. Traición.
Así que ya estamos en guerra otra vez. Pero ahora Francisco montó la liga de Cognac junto con Inglaterra (Enrique se había enfadado), Venecia, Florencia, Milán y Los Estados Papales (en los que ya no estaba León X, pues no puesto que este falleció en 1521 dejando el papado a Adriano VI que falleció dos años después y quedando al cargo del chiringuito Clemente VII un Medici Florentino). Pero como Carlos era una fiera, sobre todo sus generales, decidió jugársela y entrar directamente en Roma (el famoso saco de Roma) obligando al papa a esconderse en el castillo de Sant Angelo (donde está ahora Ratzinger). La guerra continuó por Nápoles y Génova hasta que en 1529 se firmó la Paz de Cambrai donde Francisco recibía Borgoña a cambio de quitar sus ojos de Italia, Flandes y Artois, de entregar la ciudad belga de Tournai, y de que el Papa le coronase Emperador, cosa que no se había hecho antes por esa animadversión hacia el monarca español. Pero me diréis ¿Vamos a ver Julio, todo esto no coincide con las fechas del sitio de Viena? Pues sí. Pero es que en su cobardía y malas artes, Francisco I al tiempo que pactaba con el Papa y los reinos cristianos también pactó con Solimán el Magnífico (el turco). Es más, esta guerra no era más que una parte del plan que habían concebido ambos, puesto que mientras Francisco y compañía atacaba en Italia, Solimán atacaría las posesiones Hispánicas en Centro Europa. ¿Y todo esto cuándo lo organizó Francisco? Pues mientras estaba preso en Madrid y mediante carta aprovechándose de la gentileza española de no revisar sus misivas. Todo muy digno por parte del Francés ¿verdad?
Pues bien ahora vayamos a los antecedentes en centro Europa. Solimán, al acceder al trono en 1520, le dio por pedir que le rindiera tributo media Europa, y entre ellos se lo pidió a Luis II de Hungría que entonces tenía 14 años, cuya respuesta fue mandar colgar a los enviados del turco. Esto no le sentó nada bien al Turco que esperó el momento perfecto para castigar a Luis.
Ese momento llegó en 1526, cuando Solimán avanzó hacia Belgrado con 60.000 efectivos y 150 cañones. Tomó la ciudad y se plantó en la frontera húngara, desde ahí le hizo llegar una petición de sumisión a Luis II además de pedirle una suma exagerada de dinero como tributo sabiendo que era imposible hacer ese pago y que eso le daría el Casus Belli necesario para atacar Hungría y desde allí los territorios de los Habsburgo (tal y como había pactado con el francés).
Entonces Luis pidió ayuda a los Habsburgo dado que eran familia pues al fin y al cabo estaba casado con la hermana de Carlos I, María de Habsburgo, y Fernando de Habsburgo (hermano de Carlos y María) estaba casado con la hermana de Luis (Ana de Bohemia y Hungría) y por si fuera poco Luis era nieto de Isabel de Habsburgo, anterior Reina de Austria e hija de Alberto II de Habsburgo el que fuera rey de Hungría y Emperador de Romanos. Vamos todo muy Habsburgo, todo queda en familia, con lo que luego pasa lo que pasa. No hablaré yo de enfermedades sanguíneas.
Pero volvamos a la contienda, Carlos no pudo ayudar a su doble cuñado puesto que, recordemos, el amigo francés le estaba atacando en Italia con lo que el pobre Luis quedó solo ante el avance de Solimán.
Ante esto el Rey de Hungría reunió un ejército de unos 40.000 efectivos y 80 cañones, pero cometió el error del joven con ansias de batirse (Luis contaba con apenas 21 años). En vez de esperar y atrincherarse bien haciendo una guerra defensiva y utilizando el terreno a su favor se fue directamente contra el enemigo. Muy mala idea puesto que su ejército, al enfrentarse directamente a los turcos, fue derrotado en la famosa batalla de Mohacs cerca de Buda. De los húngaros únicamente sobrevivieron la mitad escasa de los efectivos, los cuales escaparon a refugiarse a sus fortalezas. y de sus comandantes, que fueron a la cabeza de una alocada carga frontal de caballería, fallecieron prácticamente todos, incluido el Rey Luis II.
Así que, en esta situación, con el País descabezado y un ejército turco avanzando por territorio magiar, Fernando de Habsburgo reclamó la corona de Hungría por ser doblemente cuñado (y casi primo) del malogrado Luis.
El problema es que no fue el único que reclamó el trono con lo que comenzó una guerra civil, entre Fernando y el otro aspirante al trono Juan Zapolya, y todo esto en medio de una ocupación turca. Vamos un desastre que aprovechó Solimán para rearmarse con tiempo de cara a un ataque contra la entrada principal a las posesiones de los Habsburgo en Centro Europa, Viena.
Y llegamos al verano de 1529 cuando el ejército de Solimán El Magnífico, que constaba de unos 120.000 turcos y más de 300 cañones, se pone en camino hacia la Capital Austriaca. Aquella era una fuerza impresionante, pero su principal baza para un asedio se basaba en la artillería, en el bombardeo continuo y brutal de las posiciones y defensas enemigas. Pero esa extrema especialización de su ejército, que tan buenos resultados había dado en Constantinopla o Belgrado, acabó pasando factura al Sultán.
Pero no adelantemos acontecimientos y vamos con la planificación Vienesa puesto que el avance otomano, con 120.000 soldados y unas 350.000 personas de impedimenta, no era un secreto precisamente. Con lo que los Austriacos (súbditos de la casa Habsburgo) se dedicaron a prepararse lo mejor posible dentro de las circunstancias. Al mando de la ciudad Fernando colocó a Guillermo de Roggendorf con unos 24.000 soldados.
Este ordenó marcharse a toda la población civil, almacenar todas las provisiones posibles, arrancar los adoquines de las calles para que no rebotasen las balas turcas y reconstruir con ellos las partes más deterioradas de la vieja muralla. Con lo sobrante ordenó armar una pequeña muralla interior a modo de ciudadela.
Con ese trabajo hecho ya solo quedaba encomendarse a Dios y esperar la llegada de los turcos. Pero en ese momento, a principios de septiembre, la que atendió a sus súplicas fue María de Hungría y Bohemia, hermana de Carlos y Fernando y viuda de Luis II, que envió a la ciudad a 700 arcabuceros españoles, soldados de auténtica élite, que nada más llegar se dedicaron a construir empalizadas adicionales y fosos trampa que serían fundamentales a la larga.
Pero no acabaron las sorpresas ahí no, puesto que justo antes de cerrarse el cerco, sobre el 19 de septiembre, llegó Nicolás de Salm (un viejo general de 70 años, cercano a la casa Habsburgo y veterano de Pavía), al mando de 1.500 lansquenetes enviados por la Dieta de Reich.
Apenas dos días después, el 21 de septiembre, la caballería ligera turca (los akinci) llegaron a la zona para sembrar el terror en las cercanías de la ciudad. Asesinaron y violaron a la población y quemaron hasta los cimientos las aldeas aledañas a la ciudad para dar una muestra a los Vieneses de que les esperaba. Este tipo de comportamiento era práctica común en aquella época en las campañas otomanas (y algunas cristianas).
Tres días después, el 24, Viena estaba rodeada por 120.000 soldados turcos. Solimán El Magnífico, en un acto de Magnanimidad (según él mismo) propuso a todos los que estaban dentro de la ciudad que se rindieran y convirtieran al islam, de esa manera serían respetados. En caso contrario su destino sería la muerte o la esclavitud. Les dió un plazo de tres días para decidirse.
Los defensores, evidentemente, se conjuraron para morir tras aquellas murallas como soldados cristianos antes que vivir como musulmanes. Muchos eran los turcos, pero sabían que las murallas de Viena serían un hueso duro de roer, y más contando con que los españoles harían las delicias de todo aquel que osase acercarse a la distancia de tiro de sus arcabuces.
La noche antes de que se cumplieran esos tres días, cuando los cañones otomanos iban a empezar a escupir fuego, el invierno decidió adelantarse y se presentó sin previo aviso (como muchos años después pasaría en Empel). El frío, y sobre todo la lluvia, (que no arreció durante casi una semana) llenó de barro todo el campamento otomano dejando inservible la famosa artillería turca.
¿Y ahora qué? Se preguntó Solimán. Pues bien, su apuesta fue mandar construir minas para echar abajo las murallas de la ciudad e intentar un ataque frontal a la brecha.
Los soldados turcos cavaron bajo el hostigamiento cristiano casi sin descanso, hasta que el 14 de octubre una de esas minas abrió una brecha de unos 30 metros en la muralla junto a la entrada principal.
Treinta metros nada más, treinta metros en los que se metieron entremezclados los piqueros alemanes y los arcabuceros españoles, treinta metros en los que tres columnas de unos 30.000 jenízaros (las tropas de élite turcas) se abalanzaron sin miramientos. El choque fue brutal, pero lanzarse contra un tercio español en formación (que es lo que consiguieron armar entre alemanes y españoles) en un espacio tan reducido y sin posibilidad de flaquear es mandar a tus hombres a la muerte.
Los cristianos, cual nuevos Espartanos, defendieron esos treinta metros con todo lo que tenían, con su sudor y con su sangre y todo por su orgullo y por su Rey Emperador. Vencieron, vencieron en una gesta tan grande como poco recordada. Al caer la tarde más de 20.000 turcos yacían en el suelo mientras apenas unos pocos españoles y alemanes (hermanos de aquel gran imperio) habían fallecido.
Solimán decidió retirarse. Hasta que el tiempo fuese más propicio dijo. Lo que se le olvidó decir es que allí quedó su orgullo y su aura de invencible.
Aquel día Europa ganó no solo una batalla, ganó la moral suficiente como para parar a los turcos. Ganó un motivo por el que luchar junta. Ganó un imperio fuerte y respetado. ¿Por todos? Pues no. Tanto franceses como ingleses quedaron al margen de esta unión y se dedicaron a intentar reventar el imperio. Algo que hasta mucho tiempo después no conseguirían.
Pero vayamos a ver qué pasó después. Por un lado, Francisco siguió atacando (a lo zorro y con triquiñuelas) a los territorios Imperiales. Promovió a una tercera en 1535 que acabó en 1538 con la tregua de Niza, y una cuarta en 1542 (de nuevo aliándose con El Turco) que terminó finalmente en 1544 en La Paz de Crépy. Ahí acabaron los conflictos entre ambos monarcas, Francisco de dedicó al mecenazgo (mantuvo a Leonardo da Vinci entre otros) y murió en 1547 sin haber ganado ninguna guerra a los españoles.
Por otro lado, Solimán intentó un segundo asalto a Viena en 1532 pero esta vez no llegó ni a la ciudad, fue repelido y humillado de nuevo por la Monarquía Hispanica. Sus ataques en el mediterráneo al imperio fueron constantes principalmente por mar y de la mano de su comandante Barbaroja. Volvió a Hungría en 1566 pero allí contrajo la peste que lo defenestró.
Carlos vivió hasta 1555, falleció en Yuste después de haber abdicado la Corona de España en favor de su hijo Felipe II y la Corona Alemana en favor de su hermano Fernando rompiendo la unión de ambos imperios. Con Carlos murió la unión de los dos mayores imperios de Europa y el sueño de la Primera Unión Europea real de la historia.
Como dato curioso a modo de anécdota, sin ninguna gracia comentaré que el Rey Felón Fernando VII (este ya era Borbón y no Habsburgo) regaló la espada de Francisco I ganada en Pavía a Napoleón, y este como hiciera el dueño del arma usó las peores artes para colarse en España traicionando su palabra y su honor. Para más Inri sus soldados, durante la ocupación de España fueron a la tumba de Juan de Urbieta y la profanaron. Un soldado que respetó a su rival siendo incluso felicitado por el acabó siendo víctima del ensañamiento de sus descendientes. Todo muy francés.
Y sin más hasta aquí hemos llegado, Espero que os haya gustado, os emplazo a que sigáis escuchando Antena Historia.
Soy Julio Valle, El Marqués de Bengoa y me despido de todos vosotros. Adiós a todos Egun Of a Carlos, un abrazo.
Saludos.