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Proyecto Azorian. Parte 1 (Por Diego Palma Urbina)

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El 25 de febrero de 1968 salía de la base Petropavlosken, en la península de Kamchatka, el submarino diesel K-129 de la clase Golf (PL-574).

Al mando del capitán Vladimir Kobzar, su misión consistía en situarse al norte de las Islas Hawaii, a 800 millas de su lugar de partida, manteniendo dentro del rango de acción de su armamento nuclear 3 objetivos principales: cuartel general de la flota en el Pacífico en Oahu, la base de la fuerza aérea en Hickam y la base naval de Pearl Harbour.

Para poder cumplir con esta misión estaba armado con 3 misiles nucleares del tipo R-21 denominados por la OTAN SS-N-5 con una potencia de 1 megatón y un alcance de hasta 1.500 kilómetros. Además,  contaba con 2 torpedos nucleares y 6 torpedos convencionales.

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El 8 de marzo el K-129 debía ponerse en contacto con el cuartel general informando de su posición, pero esta comunicación no se produjo. Pese a esta ausencia de noticias del submarino, se esperó hasta el día 9 de marzo para reunir a un comité que evaluase  las posibles causas de esta "desaparición". 

A los pocos días, una escuadra de submarinos, acompañada de destructores, fragatas, dragaminas, buques de apoyo e hidroaviones, partieron de las bases soviéticas en el Pacífico con la misión de encontrar al K-129. 

Esta inusitada movilización de buques no pasó desapercibida para  Kauderer, capitán del USS Bard que se encontraba de patrulla frente a las costas de la península de Kamchatka. Lo que más le llamó la atención e hizo que informase inmediatamente a sus superiores era el empleo en estos buques de sus sonares activos sin importarles que fuesen detectados por su uso indiscriminado.

Pasaron los meses y la búsqueda del K-129 no daba frutos, por lo que el 12 de septiembre las autoridades soviéticas emitieron un comunicado informando de la desaparición del submarino y dando por "presumiblemente" desaparecidos a los 98 tripulantes del sumergible.

La inactividad en la búsqueda del K-129 por parte soviética no fue el carpetazo definitivo de su búsqueda, más bien todo lo contrario, a miles de kilómetros donde las autoridades militares y civiles soviéticas había decidido dar por pedido su submarino se despertó un interés por este mismo buque con más énfasis si cabe. 

Cuando la noticia del despliegue de la marina Soviética llegó a oídos de los analistas militares del Pentágono una idea comenzó a circular por los diferentes despachos de este edificio: "Los rusos han perdido un submarino". 

La importancia de encontrar un submarino soviético, recuperarlo y estudiar su tecnología, en especial la referente a su armamento, no dejaba indiferente a ningún departamento dentro de las fuerzas armadas y de seguridad de los EE. UU., por este motivo se puso en marcha toda la maquinaria necesaria para localizar el buque, y si fuese posible su recuperación para su posterior estudio. 

Para el primero de los objetivos los EEUU contaban con varias herramienta a su alcance. En primer lugar, disponían de la red SOSUS (Sistema de Vigilancia Sonica) distribuida por los océanos Atlántico y Pacífico. Esta red, consiste en un conjunto de puestos de "escucha" (hidrófonos) sumergidos por el lecho marino con el fin de detectar el ruido o firma acústica que dejaba tras de sí el paso de un sumergible. Se revisaron las grabaciones de este sistema entre los días 1 y 15 de marzo en la zona donde las patrullas soviéticas habían estado realizando sus labores de búsqueda, pero este análisis no desveló nada que pudiese indicar el hundimiento de un submarino. 

Otro de las herramientas con la que contaban para esta tarea era el Sistema AEDS (Sistema de Detección de Energía Atómica). Este sistema de detección era similar al SOSUS, pero en este caso en lugar de buscar ese ruido que emite un buque buscaban impulsos cortos, característicos de una explosión y no de un mecanismo en funcionamiento de manera continúa. 

Esta vez el sistema AEDS sí dió a los norteamericanos unos datos con los que poder trabajar. El 11 de marzo un considerable número de dispositivos habían detectado lo que ahora, sabiendo que debían "escuchar" interpretaron como una explosión submarina. Una vez triangulada esta perturbación en las escuchas pudieron determinar con cierta precisión donde se encontraba el sumergible soviético, a 2500 kilómetros al noreste de las Islas Hawaii y a una profundidad de 5.000 metros. Comenzaba ahora si el segundo objetivo, la recuperación de un submarino hundido.

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