El 14 de septiembre de 1862 se produjo el denominado incidente Namamugi: un ciudadano británico y sus tres acompañantes, imprudentemente y de un modo arrogante, se cruzaron en el pueblo de Namamugi con el cortejo del señor del clan sin mostrar lo que los japoneses consideraban el mínimo respeto.
Eso provocó que los guardias atacaran al inglés, un comerciante de Shangai llamado Charles Lennox Richardson, cuando este llegó al mismo centro de la comitiva. Richardson falleció y los otros tres huyeron (los dos hombres heridos y la mujer indemne).
El gobierno británico protestó enérgicamente y exigió una indemnización compensatoria y, al no recibirla, puso en marcha una expedición punitiva.
En junio de 1863, nueve vapores ingleses fuertemente artillados y bajo el mando del Almirante Sir Augustus Kuper, entraron en la bahía de Kagoshima, centro neurálgico del clan Satsuma exigiendo el pago de la compensación que llevaban un año pidiendo.
En la costa, un ejército de samuráis los observaba desde las baterías costeras y desde las atalayas que se habían erigido en las montañas próximas.
Antes de bombardear a los gaijin (extranjeros), Satsuma intentó llevar a cabo una treta: se esforzó por convencer a los británicos de que mandaran una comisión de oficiales para negociar en persona (en vez de por escrito como habían propuesto los ingleses) y, si no se llegaba a un acuerdo, utilizarlos como rehenes.
Cuando estos no se dejaron convencer, los dos samuráis que habían matado a Richardson propusieron abordar el buque insignia y matar a todos los oficiales, abatir a la tripulación y apoderarse del barco.
98 samuráis, tras despedirse de su daimio con la tradicional copa de sake (que tan famosa sería posteriormente en las despedidas de los kamikazes durante la SGM), subieron a dieciséis barcas y, haciéndose pasar por vendedores ambulantes de sandías y melocotones, se arrimaron a la nave capitana.
Sin embargo, sólo se dejó pasar a dos o tres japoneses al camarote almirante mientras el resto era vigilado por los infantes de marina. Como el plan era inviable, los samuráis volvieron a tierra firme.
Pasaron cinco días y, cansados, los ingleses dieron el primer paso apoderándose de tres vapores pertenecientes al clan Satsuma. Inmediatamente se desató el infierno, y los 83 cañones de las diez baterías costeras abrieron fuego sobre la flota extranjera entre la lluvia y el viento del fuerte tifón que regía ese día.
Uno de los primeros disparos cayó sobre el buque insignia, el HMS Euryalus y arrancó las cabezas del capitán (John James Steven Josling) y de su segundo Wilmot. En venganza, se incendiaron y saquearon los tres vapores capturados.
Dos horas después, los navíos ingleses habían formado una línea de batalla y comenzaron a navegar paralelos a la costa intercambiando disparos con las baterías durante tres horas y medias. Pese a que los japoneses lucharon bien y dañaron a la mayoría de los barcos ingleses, matando a once enemigos e hiriendo a un mayor de ellos, los cañones Armstrong tenían cuatro veces más alcance y una cadencia de disparo mucho mayor.
Las baterías costeras resultaron desmanteladas, docenas de samuráis y civiles murieron, unas quinientas casas ardieron y cinco juncos fueron destruidos.
Al día siguiente, los barcos ingleses zarparon tras agotar su munición y alimentos. Las tropas no habían llegado a desembarcar, lo que dio a los nipones la falsa sensación de victoria.
Satsuma pagó 25000 libras como compensación, aunque nunca llegó a entregar a los que habían matado a Richardson.
No obstante, Satsuma aprendió la lección y cambió radicalmente su postura (al igual que había pasado con el clan Choshu tras el bombardeo de Shimonoseki). Establecieron un tratado de paz y solicitó ayuda a Londres para modernizar su ejército, convirtiéndose en fiel aliado de Gran Bretaña. Los ingleses, a su vez, vieron que los futuros gobernantes de Japón no se alojaban en las dependencias del shogun, en Edo, sino que se hallaban en las ciudades fortificadas de los clanes Choshu y Satsuma, muy alejadas del centro de poder del bakufu.
Como curiosidad:
El futuro almmirante Tōgō Heihachirō, héroe nacional, estaba sirviendo, mientras era aún un adolescente, en los cañones de bronce de una de las baterías costeras sita en el puerto, durante la acción.
Saludos.