Al comenzar la Segunda Mundial diversos países estaban trabajando en el empleo de ondas de radio, con el fin de determinar el alcance y velocidad de objetos, lo que actualmente conocemos como radar. Los trabajos en esta nueva tecnología, que los británicos denominaban RDF (Range and Direction Finding), los alemanes Funkmeß (Radio-Medición) y los americanos RADAR (Radio Detection And Ranging), terminología esta última que ha llegado hasta nuestros días, se encontraban en pleno desarrollo. Las posibilidades que brindaba esta tecnología en el campo militar, no se le escapaba a ninguna oficina de desarrollo armamentístico de las naciones que en esos momentos se encontraban en lucha.
En 1940 los británicos se percataron de que el desarrollo alemán en esta tecnología les podía superar, por ese motivo pusieron en práctica una serie de operaciones con el fin de obtener información sobre estos avances por parte alemana (Operación Biting, 27-28 de febrero de 1942), además de una estrecha colaboración científica con los EE.UU. (Misión Tizard, septiembre de 1940)
Una de estas operaciones planificadas para la obtención de información sobre esta nueva tecnología tuvo lugar aprovechando la Operación Jubilee el 19 de agosto de 1942.
La misión que se debían cumplir en una de las playas donde tendría lugar el desembarco (Playa Verde) era el “estudio” de una instalación de RADAR (Freya) situada al oeste de la misma, a mitad de camino entre Pourville y Dieppe.
Para ello se envió al experto en radares Jack Nissenthall. El, junto con su “escolta privada” de 10 hombres deberían acercarse a la estación y estudiar la composición de la tecnología que utilizaba. Esta misión era tan importante y secreta a la vez, que a uno de sus escoltas se le ordenó que si Nissenthall corria el riesgo de ser capturado debería acabar con su vida. Nissenthall y sus hombres no pudieron acercarse más allá de poder ver a lo lejos las grandes antenas de la estación. Pero a Nissenthall se le ocurrió un plan B, que si bien no era exactamente lo previsto originariamente , por lo menos haría que su “aventura” en esa operación que se estaba desarrollando tuviera algún fruto. Nissenthall ordenó a sus hombres cortar todos los cables telefónicos en las proximidades de la estación. Este corte en las comunicacione por línea terrestre, obligó a los operadores de radio a transmitir el movimiento de las unidades aéreas que detectaban por ondas de radio . Estas ondas de radio eran fácilmente interceptadas desde las estaciones de escucha británicas. Durante unas horas la RAF fue consciente hasta que punto de eficacia y exactitud tenían este tipo de instalaciones. Finalmente Nissenthall regresó sano y salvo a Gran Bretaña con la compañía de uno solo de sus “escoltas privados”.
El estudio y desarrollo continuó por todos los contendientes durante toda la guerra.