Entrevista a Julián Olivares, responsable de la Cascaborra ediciones.
Por Javier Yuste González
Julián Olivares: es el máximo responsable y artífice de un proyecto tan digno de aplauso como es la editorial de cómic Cascaborra, entre cuyas publicaciones pretende sacar a flote y dar brillo a no pocos hechos de armas protagonizados por españoles a lo largo de nuestra larga, fructífera y denigrada Historia.
Amablemente, Julián se ha prestado a concedernos un rato de su tiempo y a permitirnos conocerle mejor a él y a su sueño.
¿Qué o quién te empujó a ser un apasionado de la Historia militar de España?
No sabría decir. Yo lo entiendo como un proceso lógico ligado a la literatura. Al leer novela histórica, a uno le pica la curiosidad por pasajes concretos. Es entonces cuando comienza a investigar más sobre el pasaje, a leer ensayos, a buscar información en Internet sobre las armas, uniformes, estrategias, etc. De leer las novelas de Alatriste, a desarrollar el guión de “1805 Trafalgar” hay un camino perfectamente trazado, pavimentado y alumbrado.
Hay pocas maneras originales de reivindicar nuestro Pasado, de rescatar pasajes ya olvidados; pocas originales pero, por el contrario, más habituales para el lector. ¿Por qué el cómic?
El cómic es una herramienta didáctica muy potente que, por desgracia, no acaba de ser usada en nuestro sistema educativo. Mediante el cómic, no solo podemos narrar los diferentes pasajes históricos, podemos recrear los escenarios, las armas, los uniformes, los barcos, los campos de batalla, etc.
Además, es un formato atractivo para todos los públicos. Nos gusta pensar que hacemos cómics que pueden ser compartidos por padres e hijos.
¿Cómo y cuándo decidiste lanzarte a la constitución de una editorial?
Cuando comencé a mover guiones por diferentes editoriales, me di cuenta que hacer cómic histórico en España iba a ser muy complicados. Los editores me comentaban a menudo que no había mercado para un producto de esas características. Fue entonces cuando comencé a plantearme que una opción sería montar mi propia editorial para poder desarrollar una colección de cómic histórico militar.
Será muy difícil hacerse un hueco editorial en un mercado tan saturado. ¿Qué sensaciones te producen el mercado actual del cómic nacional?
Como bien dices, el mercado está saturado. Y quizá ese sea uno de los mayores problemas que tenemos. Al haber tantas novedades, no se les da a los títulos el tiempo necesario en librerías para que pueda cuajar en el público.
Por suerte, nosotros contamos con muchos clientes que, a modo de mecenazgo, nos hace la compra de los tomos por adelantado antes de ir a librerías. Esto nos permite generar ingresos de forma más rápida que por la vía de distribución tradicional. De lo contrario, en un sector tan complicado, no tendríamos ninguna posibilidad de financiar nuestras publicaciones.
¿Te has topado con la típicamente “graciosa” frase “los cómics son cosas de niños”?
Si. Por supuesto que sí. Esta frase viene por norma general de personas que no ha pisado nunca una tienda de cómics, por lo que no le suelo dar mucho crédito a su opinión sobre un sector que evidentemente desconoce.
¿Por qué ese nombre Cascaborra para la editorial?
El Cascaborra es un personaje pintoresco vinculado a las fiestas de inocentes. Típico de pueblos del norte de Granada, de dónde proviene mi familia. Es una mezcla de alguacil y bufón que durante ese día ejerce de autoridad. La gente le da donativos para la hermandad de las Santas Ánimas, a cambio de que consiga pequeños objetivos, como que fulano baile con mengano, que los músicos de la cofradía toquen algún tema, que se visite a un familiar enfermo, etc.
¿Qué exiges a las obras que publicas y a quienes colaboran contigo?
En Cascaborra pedimos sobre todo rigor a la hora de abordar los pasajes históricos. Queremos que los cómics se centren en el desarrollo del pasaje en cuestión, en lugar de usarlo como mero escenario. Cuando un lector acaba de leer uno de nuestros cómics, debe conocer un poco el contexto, el detonante y las consecuencias del cómic.
¿Cómo está siendo la acogida de público y crítica de las publicaciones de Cascaborra?
En general está siendo muy positiva. Hemos descubierto que, pese a lo que opinan en otras editoriales, el cómic histórico sí tiene mercado en España. Y que publicar contenidos vinculados a nuestro pasado bélico, no penaliza en ventas si lo comparamos con otro tipo de géneros. Así pues, el primer paso está consolidado. Hemos constatado que hay clientes potenciales para nuestros proyectos. Ahora, a sacarlos del tintero.
¿Qué es lo mejor y lo peor que esta empresa te está dando?
Lo mejor, sin dudas, es que hemos conocido a nuestro primer año a gente muy maja que no solo nos apoyan económicamente comprando nuestras publicaciones. Nos hacen llegar pasajes históricos que pueden ser interesantes para futuros proyectos, nos ayudan a la difusión en redes sociales, y sobre todo, nos animan a seguir desarrollando este proyecto editorial.
Lo peor, la indiferencia de las Administraciones públicas al desarrollo de una colección como esta. No hemos pedido ni un céntimo en ningún momento, simplemente algo de difusión en redes sociales. No hemos conseguido desde ninguna Administración ni un triste enlace.
Decidiste dar comienzo a la serie de publicaciones con un cómic centrado en uno de los grandes desconocidos: Bernardo de Gálvez. Tras el de Gálvez, vino un álbum dedicado a Trafalgar; ahora tienes listo un álbum que se acerca al levantamiento del 2 de Mayo de 1808 y se está gestando otro ambientado en la Cuba de 1898. ¿Podrías hablarnos un poco de todos estos proyectos?
A día de hoy, están publicados “Bernardo de Gálvez, Pensacola 1781” “1805 Trafalgar” y “1808 Madrid”. Los tres títulos tienen una estructura similar. Se recrea el pasaje histórico usando tanto el desarrollo contrastado, como personajes ficticios para elaborar subtramas. Por ejemplo, en “Bernardo de Gálvez” se aborda, mediante estas subtramas, la importancia de la amistad. En “1805 Trafalgar” se reflexiona acerca del valor. Y en “1808 Madrid” sobre los caprichos del destino.
“1898 Cuba” todavía no está publicado. Esperamos poder tenerlo listo a principios de verano. Tenemos muchas esperanzas puestas en este proyecto, porque los autores están tejiendo una historia realmente didáctica sobre una parte de nuestra historia en la que poco se ha profundizado en productos pensados para el gran público. ¿Alguien recuerda haber visto una película sobre la pérdida de Cuba en 1898?
¿Estás satisfecho con la marcha de Cascaborra?
Estoy contento de cómo ha ido la puesta en marcha de la editorial. Durante el primer año, hemos avanzado mucho, sobre todo en crear las bases para un catálogo a medio plazo que por su temática, calidad narrativa y gráfica; gustará a todo aficionado a la historia y, más concretamente, la historia militar.
¿Qué nuevos proyectos se guarda Cascaborra bajo la manga?
Las publicaciones más inmediatas. “La Conquista”, sobre la tomo de México por parte de Cortés; “1544 La batalla de Tucapel”, sobre Pedro de Valdivia y la toma de Chile; “1898 Cuba,” sobre la pérdida de Cuba; “1539 Castelnuovo”, sobre uno de los asedios más heroicos de nuestra historia, firmado por los tercios.
Trabajamos en más proyectos. Guadalete, Annual, María Pita, Numancia,lLa toma de Ceuta, Rocroi, la toma de Granada, y me gusta decir que un largo etcétera.
Aparte de editor, eres guionista.
Sí. Junto a Daniel Torrado hice el guión para “1805 Trafalgar” y en solitario el de “1808 Madrid”. Actualmente, trabajo en un par de guiones de la misma temática, pero están todavía en fase de documentación. Últimamente, pienso que me gusta más documentar las historias que quiero contar que el hecho de contarlas.
Con tu experiencia en el sector, ¿qué anécdota siempre acude a tu cabeza que podrías contarnos?
Como anécdota hay una que marcó un punto de inflexión. Me puse en contacto con la Fundación Bernardo de Gálvez para presentarles el cómic justo cuando lo acabábamos de publicar. Les pareció una iniciativa maravillosa, pero se negaron a hacer eco de ello mediante sus redes sociales. Estaban esperando una subvención de la diputación de Málaga para hacer su propio cómic sobre el bueno de Gálvez y, claro, según ellos quedaría feo. Con esa llamada constaté que para tirar este proyecto editorial no podía contar ni con administraciones, ni asociaciones ni fundaciones.