William Mitchell (Billy Mitchell) fue un visionario en una época de visionarios. Vivió en una época en la que Giulio Douhet acababa de publicar su imprescindible libro El dominio del aire, y los teóricos británicos (Fuller y Liddell Hart entre otros) abogaban por unas fuerzas acorazadas capaces de dominar el campo de batalla.
Durante la Primera Guerra Mundial lideró el bombardeo más grande que se realizó durante ese conflicto en septiembre de 1918 sobre el saliente de Miel, en el que participaron 1500 aparatos. También propuso realizar un lanzamiento masivo de paracaidistas tras las líneas enemigas, anticipando las grandes operaciones de la Segunda Guerra Mundial.
Firme defensor de una Fuerza Aérea independiente, se embarcó en el periodo de entreguerras en una amarga cruzada con el fin de conseguir sus propósitos y sin importarle herir susceptibilidades por el camino.
Entre sus afirmaciones, estaba la de que el acorazado estaba obsoleto y que su papel lo podía realizar la aviación. Eso le enfrentó con sus superiores y con la idea imperante que definía al acorazado como capital ship.
Las demostraciones en julio de 1921 sobre varios acorazados y, en especial, el hundimiento del dreadnougth Ostfriesland (que se fue a pique en poco más de veinte minutos) parecían demostrar sus presupuestos pese a que la prueba había sido manipulada someramente al no permitir a los observadores valorar cada uno de los impactos tal y como estaba estipulado.
En 1924, la Marina realizó una prueba similar con el acorazado en construcción Washington que, debido a las cláusulas del tratado de Washington de 1922 debía ser desguazado. Al ser un buque compartimentado, no así el Ostfriesland, los resultados fueron diferentes: cada compartimento estanco podía ser aislado cuando resultara afectado y el acorazado aguantó muchísimo más castigo que el dreadnought.
Estos enfrentamientos y el enfrentamiento final a consecuencia de sus declaraciones tras la pérdida de Shenandoah en 1925, le hicieron dimitir.
Os dejamos un texto, traducido por Ricardo L. Jiménez ilustrativo de su pensamiento (es un poquito largo, pero merece la pena):
LA ERA AERONÁUTICA
El mundo está en el umbral de la "era aeronáutica", en el curso de la cual el destino de los pueblos se dirimirá en el aire.
Nuestros antepasados atravesaron la "era continental", consolidaron en ese momento su poder sobre la tierra y desarrollaron sus medios de comunicación y de intercambio sobre el suelo o a lo largo de las costas. Después vino la "era de los grandes navegantes", y la lucha por las grandes rutas de la marina militar, comercial y de las comunicaciones, dependientes y sometidas a las fuerzas terrestres creadas en el curso de la era continental. Hoy, la lucha tendrá como objetivo la libertad para atravesar y dominar el elemento más amplio, más importante y más rápido del planeta, esto es, el aire, la atmósfera que nos rodea, que respiramos, en la que vivimos y que penetra todo.
La fuerza aérea ha venido para quedarse. ¿Qué es exactamente la fuerza aérea? La fuerza aérea es la facultad de hacer cualquier cosa en o a través del aire, y puesto que el aire recubre el mundo entero, los aeroplanos pueden alcanzar cualquier lugar del planeta. No dependen ni del agua en tanto que medio de sustentación, ni de la tierra en tanto que soporte. Las montañas, los desiertos, los océanos, los ríos y los bosques no son obstáculos. El conjunto del país se convierte en la frontera y, en caso de guerra, cualquier lugar está tan expuesto como otro a un ataque.
Los aeroplanos cubren cientos de kilómetros en un lapso de tiempo muy reducido, de forma que, incluso si se detecta su entrada sobre un territorio, traspasando fronteras, no se sabe a ciencia cierta donde van a golpear. A partir del momento en que un objeto puede ser visto desde el aire, los aeroplanos están capacitados para alcanzarlo con sus ametralladoras, sus bombas u otras armas. Ciudades y pueblos, líneas ferroviarias y canales, nada de esto puede ser ocultado. No es solamente el caso de la tierra, sino también sobre el mar, porque sobre el mar nada puede ser escondido salvo que se sumerja. No se puede disimular un navío; no hay bosques, ni montañas, ni valles para esconderlos. Están obligados a permanecer sobre la superficie del agua.
Los aeroplanos poseen las armas más potentes nunca inventadas por el hombre. Están provistos no solamente de ametralladoras y otras piezas de artillería, si no también de "misiles pesados" (sic) que utilizan la fuerza de la gravedad para su propulsión y que pueden ser más destructivos que ningún otra arma. Lanzado sobre un acorazado, una de estas grandes bombas lo destruirá completamente. Reflexionad en lo que esto implica para los futuros sistemas de defensa nacional. Siendo relativamente difícil destruir un acorazado, imaginad con que facilidad tal ingenio podrá destruir cualquier navío de guerra o barco mercante. Se puede asediar un país por aire, impidiendo cualquier comunicación con él, tanto en un sentido como en otro, sobre la superficie del agua o incluso las vías férreas o las carreteras. En el caso de una potencia insular que depende enteramente, por lo general, de sus líneas marítimas comerciales para su existencia, un asedio aéreo de este tipo, reduciéndolo rápidamente a la hambruna, puede ser fatal.
Por otro lado, sería imposible intentar transportar por barco grandes efectivos, municiones y suministros de un lado al otro de un océano, como se hizo durante la Guerra mundial ( la 1ª), desde los Estados Unidos a Europa. En esa época los aeroplanos no podían recorrer más de 150 kilómetros sin rellenar sus depósitos; en el presente tienen la capacidad de cubrir 1 500 kilómetros y de transportar armas en las que ni siquiera se había llegado a pensar en los tiempos de la Guerra mundial. Para atacar ciudades que producen las grandes cantidades de munición necesarias para el mantenimiento de un ejército y de un país enemigo en caso de guerra, la fuerza aérea ofrece un método de sumisión enteramente nuevo. Antiguamente, con el fin de alcanzar el corazón de un país y alcanzar la victoria era necesario, siempre, destruir los ejércitos de tierra sobre el territorio mismo y dirigir contra ellos todo un largo proceso de avances militares sucesivos. Para cortar las líneas férreas, hacer saltar los puentes y destruir las carreteras, eran necesarios meses de duro trabajo, miles de vidas sacrificadas, y un gasto increíble. Hoy, el ataque de una fuerza aérea utilizando bombas explosivas y de gas puede provocar la evacuación total y la parálisis general. He aquí quien privará a los ejércitos, las fuerzas aéreas e incluso las fuerzas navales de sus medios de supervivencia. Más todavía, los torpedos aéreos, que son, de hecho, auténticos aeroplanos mantenidos en su trayectoria por instrumentos giroscópicos y telegrafía sin hilos, sin piloto a bordo, pueden ser enviados a más de 150 kilómetros de manera suficientemente precisa para alcanzar grandes ciudades. De forma que en el futuro, la sola amenaza del bombardeo de una ciudad por la fuerza aérea llevará a la evacuación y al cese de todo trabajo en las fábricas de munición y de material.
Deberán ser adoptadas nuevas reglas en la conducción de la guerra, y los que estén al cargo de ello deberán aceptar nuevas ideas. La conducción de la guerra ya no será efectuada solamente por las fuerzas terrestres y navales. Cada uno de estos antiguos factores, bien conocidos, se verán afectados por una fuerza aérea que operará por encima de ellos. Tenemos ya una nueva categoría de personal al que podemos llamar "personal volante", y que se distingue del "personal en tierra" y del "personal sobre el mar". Esta gente tiene un espíritu, un lenguaje y costumbres que les son propias. Son tan diferentes de los de tierra como estos lo son de los de los marinos. De hecho, lo son todavía más porque nuestras comunidades terrestres y marítimas existen desde el principio de los tiempos y todo el mundo sabe un poco de ellos, mientras que los "voladores" forman una categoría completamente nueva de la que solo los que participan en ella y las nuevas generaciones pueden apreciar su especificidad.
Los aviadores sobrevuelan constantemente el país en todas direcciones, en invierno y en verano, de día y de noche. El habitante medio de la tierra no sabe que por encima de él, los aviones atraviesan los Estados Unidos desde el Pacífico hasta el Atlántico, y desde la frontera norte a la frontera sur en trayectos regulares a horarios fijos. Mucho más que el común de los mortales, los pilotos de estos aviones pueden, desde lo alto, ver el país, conocerlo mejor y apreciar lo que significa para ellos.
Tomad por ejemplo, un trayecto que vaya de la costa al Medio Oeste, efectuado en cuatro o cinco horas. Abandona el Atlántico por la mañana. Observándolos durante kilómetros a lo largo de la costa, se pueden ver claramente los barcos que viniendo de Europa entran en los puertos. Justo tras la costa, yendo hacia el oeste se extienden las ciudades industriales con sus grandes fábricas; las innumerables vías férreas buscan los pasos entre las montañas para alcanzar el Medio Oeste; una vez pasada la serie de aglomeraciones con una fuerte densidad de población, están las pequeñas explotaciones agrícolas al pie de los montes Allegheny, las carreteras blancas se van haciendo menos habituales al acercarnos a las montañas Blue Ridge. Una vez en las Allegheny, la ausencia de civilización se aprecia inmediatamente, rara vez se observa una casa, una carretera o un claro. Privados de medios de comunicación los habitantes son, probablemente, los menos instruidos de nuestros compatriotas, aunque sean los más puros Americanos del país. Más allá de las Allegheny, se alcanzan las ricas tierras del Medio Oeste. Las grandes granjas parecen agruparse con el fin de producir cosechas más abundantes. El país está atravesado por buenas carreteras, vías férreas, líneas eléctricas, telegráficas y telefónicas. Ciudades amplias y limpias dotadas de magnificas escuelas, de bellos edificios públicos, de parques y hospitales. El desarrollo de la ganadería industrializada es extraordinario; se encuentra en abundancia ganado porcino, bovino y ovino. Repartidas en medio de esta concentración agrícola se encuentran, al tiempo, grandes ciudades con altas chimeneas que escupen al cielo humo negro, signo de la presencia de grandes industrias.
En algunas horas más el avión atraviesa todo el país, hasta la costa del Pacífico. Ciertamente, el resto de la gente no conoce ni aprecia su país tanto como la "fraternidad de los aviadores".
El interés por este nuevo invento es tal que por todas partes la juventud quiere formar parte de esta especialidad. Los individuos intrépidos que en otros tiempos deseaban embarcarse, en el presente desean volar.
La fuerza aérea no es más que un simple servicio auxiliar que tiene por fin ayudar al ejército de tierra o a la marina en la ejecución de su tarea. La fuerza aérea desarrolla su trabajo en los cielos con un gran número de aviones. En el futuro veremos competiciones presentando estos aparatos por cientos en formación. Combaten en línea, poseen sus armas específicas y su propia forma de utilizarlas, tienen sus medios de comunicación, de señalización y de ataque particulares.
Los ejércitos en tierra, o los navíos, han combatido siempre sobre una superficie única porque no podían abandonarla. La fuerza aérea se bate en tres dimensiones: en el nivel en el que se encuentra, por encima o por debajo. Cada ataque aéreo contra otro aparato reposa sobre la teoría del cerco al enemigo colocado en el centro de una esfera, todos nuestros aviones colocados sobre la periferia haciendo fuego contra él. Si atacamos una ciudad o un pueblo enviamos aviones por encima de la aglomeración en cuestión a diversas altitudes, dese los 60 o 100 metros hasta los 10 000, atacando siempre de forma inmediata, de forma que, si los dispositivos de defensa en el suelo pueden alcanzar o destruir un aparato, sus esfuerzos serán ahogados porque no podrán verlos a todos, oírlos, situarlos. Ningún lanza-misiles, u otro aparato en uso o en proyecto puede realmente detener un ataque aéreo, de forma que el único medio de defensa contra los aviones es utilizar otros aviones, lo que pondrá en juego el dominio del cielo durante los combates aéreos. Los grandes combates por el dominio del aire serán corrientes en el futuro. Una vez se establezca la supremacía aérea, los aviones podrán sobrevolar el territorio enemigo a voluntad.
¿Cómo obligar a la aviación enemiga a combatir, se preguntarán, si no quiere abandonar el suelo?. La estrategia aérea responde: "Encontrando un lugar lo suficientemente importante, a ojos del enemigo, para que se vea obligado a defenderlo de un bombardeo aéreo".
Un lugar como Nueva York, por ejemplo, deberá ser defendido si es atacado por bombarderos enemigos, y dado que ninguna artillería antiaérea u otro sistema de defensa desde el suelo será realmente eficaz, será necesario concentrar aparatos de lo que resultará una sucesión de grandes batallas aéreas. Es mucho más válido, comparativamente, poner al enemigo a la defensiva en el aire que hacerlo en el suelo. Los ejércitos pueden cavar trincheras, vivir en ellas, o bien cercar al enemigo esperando que este ataque. Esto no se puede hacer en el cielo pues los aviones deben volver periódicamente al suelo para aprovisionarse de combustible. Si no están en el aire en el momento en el que las fuerzas adversarias aparecen, no tendrán sobre ellas ningún efecto, pues no podrán alcanzar una altitud elevada y alcanzarlas. En consecuencia, no se puede dejar en el cielo más de un tercio de la flota aérea, de forma que, en el futuro, un país dotado de una flota aérea bien preparada y que golpee rápidamente al adversario obtendrá una victoria rápida y duradera. Una vez que una flota aérea ha sido destruida es poco menos que imposible reconstituirla tras el comienzo de las hostilidades, puesto que los centros de construcción de aviones serán bombardeados y las grandes bases aéreas donde se forman los pilotos y aviadores destruidas. Incluso aunque el país a la defensiva encuentre los medios de crear pequeños terrenos de aviación, estos terrenos serán destruidos uno tras otro por la potencia aérea victoriosa que no solo tiene el control del aire, sino que protege igualmente sus propias ciudades que fabrican y entregan su material, sus aviones y sus suministros.
Desde un punto de vista aeronáutico, hay tres tipos de país: primero, aquellos que compuestos de islas son susceptibles de ser atacados por vía aérea desde una costa continental. En ese caso, el país insular debe dominar completamente los aires si desea utilizar un ejército contra sus vecinos, de manera que pueda estar en condiciones de transportarla y de hacerla tomar tierra en las orillas del continente. Si sus adversarios del continente dominan los aires, pueden cortar todo el avituallamiento del país insular que llega de ultramar, pueden bombardear sus puertos y ciudades del interior y, sólo con su flota aérea, poner fin a la guerra.
El segundo tipo de país es el que posee una frontera terrestre con el país enemigo, y que es parcialmente dependiente de un suministro importado, bien por barco, por avión o por vía férrea. En ese caso, podremos ver a los ejércitos enfrentados si las aviaciones no han actuado rápidamente. Incluso en ese caso, si una u otra flotas aéreas estuvieran preparadas al comienzo de la guerra, todas la ciudades importantes serían destruidas, las comunicaciones ferroviarias y los puentes destruidos, las carreteras constantemente bombardeadas y dañadas con el fin de impedir los transportes automóviles, y todos los puertos de mar destruidos. Aquí todavía, la potencia aérea podría dar la victoria a la parte que controle el aire.
El tercer tipo de país es aquel que es enteramente autónomo y que está fuera del alcance de los aviones ordinarios. Los Estados Unidos entran en esta categoría. Ninguna fuerza armada de un país europeo o asiático puede atacar a los Estados Unidos salvo por vía aérea o marítima. Una flota aeronaval eficaz debería, en este caso, ser capaz de proteger al país contra toda invasión y asegurar su independencia, pero no podría invadir, ni vencerle sin antes abandonar, ella misma, su país de origen.
En consecuencia, lo que se va a imponer es un nuevo método de conducir la guerra a distancia. Hemos visto que una potencia aérea superior dominará todas las regiones marítimas cuando entre en acción a partir de bases terrestres y que ningún navío, lleve aviones o no, estará en condiciones de poner en peligro su supremacía aérea.
Las grandes potencias aéreas se apropiarán de un rosario de bases insulares y los utilizarán como puntos estratégicos con el fin de que sus aviones puedan pasar del uno al otro y, como la aviación puede ella misma, defenderlos contra la marina, una reducida tropa bastará para asegurar su mantenimiento. Una isla, en lugar de ser fácilmente reducida por hambre, tomada o destruida por navíos como era el caso en el pasado, se convierte en extremadamente fuerte porque está fuera del alcance de las fuerzas terrestres y, mientras conserve el dominio del aire, escapará también a las fuerzas navales.
En el hemisferio norte, no hay extensión de agua que sobrepase la distancia que deben franquear, actualmente, los aviones de América a Europa o de América a Asia. Cuanto más al norte nos acerquemos más reducida es la distancia entre los continentes. El estrecho de Bering es de unos 80 Km. de ancho, y en medio se encuentran dos islas que la reducen a 35 Km. La distancia que separa las dos costas, apenas la anchura del Canal de la Mancha. La mayor distancia en línea recta por encima del agua en la zona más estrecha entre América y Europa es de aproximadamente 650 Km., es decir, cuatro horas de vuelo.
Para un avión el frío no es un obstáculo en su acción. De hecho, cuanto más frío hace, más limpio está el cielo y mejores son las condiciones de vuelo. Son los rayos de sol los que molestan al aviador. Primero, aportan calor, lo que supone una retención de agua en el aire. Cuando se enfría el aire esto provoca niebla, nubes y bruma porque la humedad se congela y no puede contener más agua. El calor del sol da lugar a corrientes de aire ascendentes, y el aire que las rodea precipita para ocupar el lugar de dichas corrientes ascendentes. Esto provoca todo tipo de perturbaciones, lo que tenemos costumbre de denominar - baches de aire - que no son de hecho más que corrientes ascendentes y descendentes, y que suponen el mismo género de dificultades que las tempestades provocan a los navíos.
La luz interfiere igualmente en nuestras comunicaciones telegráficas o de radio. Las ondas de radio son, de hecho, ondas luminosas, y desde el momento en que hay luz en el aire, captamos algunas de sus frecuencias más altas y más bajas. Es por lo que el mejor momento para establecer comunicaciones de radio se sitúa entre las dos y las tres de la madrugada, cuando ha desaparecido toda luz y antes de que vuelva a aparecer. Es igualmente el mejor momento para pilotar, pues a causa del frío de la noche la humedad se ha depositado en el suelo, la ausencia de luz y de calor ha dejado de crear corrientes ascendentes y descendentes de aire y no hay vientos fuertes. Esta es la razón por la que todas las aves migratorias, conociendo esto, vuelan de noche cuando van de norte a sur. Es mucho más fácil para el aviador volar de noche que de día y, en el futuro, la mayor parte del tráfico aéreo, sobre todo en lo que concierne a los aviones pesados, tendrá lugar por la noche. A causa del hielo y la nieve, los pequeños agujeros, los surcos y las crestas en el suelo se llenan de una sustancia blanda, creando aeródromos naturales por todas partes, y las extensiones de agua congelada pueden también ser utilizadas como campos de aterrizaje.
Nuestras rutas aéreas entre continentes no siguen los antiguos itinerarios terrestres y marítimos paralelos al Ecuador utilizados hasta ahora ya que nuestros antiguos sistemas de transporte se limitaban, por tierra o por mar, a las regiones cálidas de la tierra. Las nuevas rutas seguirán los meridianos, directos sobre la tierra, lo que economizará cientos de kilómetros y semanas de tiempo, evitará esfuerzos inútiles, peligros y gastos.
¿Que resultará de este nuevo elemento en la guerra? Es indudable que supondrá una mejora en las condiciones de la guerra porque supondrá resultados rápidos y duraderos. Reducirá enormemente los gastos en relación a los grandes ejércitos de tierra y mar que han dominado hasta ahora, y esto conducirá al conjunto del pueblo a interesarse mas por los riesgos de entrar en guerra porque, incluso en los lugares más recónditos del país, todo el mundo estará amenazado por los ataques aéreos.
A día de hoy, la mayoría de la población de un país piensa que, como no vive cerca de las costas o las fronteras, su casa no se verá afectada por los ataques y la destrucción. Lo peor que puede sucederle, en caso de derrota, será un aumento de los impuestos y las deudas de guerra ya que los navíos no pueden alcanzarlos y los ejércitos de tierra solamente al precio de grandes dificultades. Detengámonos un momento para considerar lo que era la conducción de la guerra y la forma en la que ha evolucionado.
El hombre primitivo combatía a su vecino con sus dientes, sus manos y sus pies. La lucha costaba la vida a sus adversarios. Aparecieron grandes combatientes individuales que era más fuertes que los otros. Tras lo cual el hombre se armó de una porra a fin de mantener a su oponente alejado. Después vino el arma arrojadiza, como la piedra. Tras ello, se hizo ayudar por otros, lo que con el tiempo será lo que hoy en día llamamos "ejército". Se inventaron buenas armas de hierro. Se crearon grandes ejércitos que utilizaban ese metal. Esto condujo a enfrentamientos cuerpo a cuerpo. Los que eran vencidos quedaban completamente destruidos: sus ciudades eran saqueadas e incendiadas, y todo el país devastado. En esa época, todo el país iba a la guerra. Los hombres combatían mientras las mujeres y los niños atendían sus necesidades, fabricaban sus ropas y les acompañaban en sus marchas. Poco a poco, el método de trabajo del hierro hizo tales progresos que se consiguió fabricar armaduras capaces de resistir a las armas conocidas, pero como las armaduras eran caras y eran difíciles de conseguir se encargó combatir a un reducido número de hombres. En lugar de que los ejércitos fueran instituciones de servicio universal en el seno de los cuales cada hombre tenía un papel que jugar, como era el caso anteriormente, sólo algunos iban a combatir mientras que los demás volvían a sus ocupaciones "civiles". La invención de la pólvora vino a cambiar todo esto. El caballero ya no podía resistir al campesino armado con un mosquete y, poco a poco, todas las naciones se reorganizaron para que, en caso de guerra, todos sus hombres pudiesen ser llamados a filas o a los talleres. Es la situación actual en todos los países. Los ejércitos mismos, sus operaciones, su estrategia e incluso sus tácticas difieren poco de aquellas que se utilizaban en la época de los romanos.
A medida que se mejoran las armas y son más temibles - cañones de gran alcance, ametralladoras y gases tóxicos - el número de muertes y pérdidas se ha visto reducido, dado que los enemigos se mantienen más alejados los unos de los otros. Las victorias son claras y decisivas pues se pueden ver los resultados con anterioridad, y el vencido se puede retirar con sus hombres puesto que se encuentran lejos de sus adversarios, y no cuerpo a cuerpo como en tiempos de los romanos.
La Gran Guerra Europea, que acaba de terminar no fue una lucha tan dura para los combatientes como lo fue nuestra guerra civil en América hace sesenta años. En esa época, el número de muertos era mucho más elevado en relación a los efectivos. La proporción de población sirviendo en filas era mucho más elevada y la destrucción total de los Estados del Sur fue diez veces peor que todo lo que haya podido ocurrir en Europa. Esto se debe al hecho de que en 1914-1918 se han utilizado armas de mucho mayor alcance - la ametralladora ofrecía una capacidad defensiva mayor - y al hecho de que los combatientes estaban muchos más alejados entre ellos.
Dado que la fuerza aérea puede golpear a distancia podrá, una vez que haya asegurado el dominio del aire y haya derrotado a la fuerza aérea contraria, circular libremente por encima del territorio enemigo. La amenaza será tan grande que o bien un Estado dudará de meterse en una guerra, o bien, estando embarcado en ella combatirá más encarnizadamente, la lucha será más decisiva y terminará antes. Esto supondrá una disminución de pérdidas humanas y de bienes materiales siendo por lo tanto una ventaja para la civilización. Las fuerzas aéreas atacarán los centros de producción, los medios de transporte, las regiones agrícolas, los puertos y los navíos de la marina mercante; no siendo la gente su objetivo especifico. Destruirán el material bélico porque no tendría sentido usar piedras o palos como armamento principal. A día de hoy para hacer una guerra es necesario tener grandes centros metalúrgicos y químicos que deben estar juntos, cuya construcción exige muchos meses y que, si son destruidos, no pueden ser reemplazados durante la duración normal de una guerra moderna.
Las marinas, y es interesante señalarlo, han tomado forma de unidades organizadas en el marco de los ejércitos de tierra, con el fin de servir únicamente como medio de transporte de tropas, permitiendo a estas acercarse al enemigo y para determinar la atribución de zonas marítimas. En los tiempos en que los barcos eran movidos por la fuerza de los remos y que podían ir, con certitud, allí donde los oficiales les indicaban, permanecieron sometidos al dominio del ejército. No es hasta estos dos últimos siglos que la marina se ha independizado del ejército de tierra. Esta separación ha venido con la aparición de la utilización de la vela como medio de propulsión de los barcos, lo que impedía decir con exactitud si irían o no allí donde se les había dicho que fueran. En el presente el vapor y los motores de explosión son utilizados en los barcos, tanto para los de superficie como para los sumergibles, y su papel en la guerra se ha visto considerablemente reducido tras la invención del aeroplano, es probable que vuelvan a ser un elemento auxiliar del ejército de tierra y de la aviación.
Una parte relativamente reducida de la población sirve en la marina y, al contrario que el ejército de tierra, prácticamente nunca lleva a término por si sola una guerra. Sirve como auxiliar a un ejército de tierra limpiando el mar de navíos enemigos con el fin de estar en condiciones de transportar un ejército o de ayudarle a acercarse al enemigo.
Considerando la relación entre ejército de tierra, marina y aviación, puede decirse que el ejército de tierra ha alcanzado en su progresión un estado cuyos factores determinantes son, como lo han sido siempre, la fuerza física del hombre, su capacidad de marcha y su visión. La utilización de sus armas está totalmente sometida a estas cualidades. Su aumento, a través de medios de transporte mecanizados y de plataformas de observación elevadas no altera para nada su condición global. Naturalmente todo comienza y acaba en el suelo. Nadie puede vivir indefinidamente en el mar o en el aire, de forma que su desarrollo último, toda decisión en una guerra está basada en lo que pasa sobre la tierra.
El papel de los ejércitos de tierra y su manera de dirigir la guerra permanecerán casi sin cambios en el futuro en relación a lo que han sido en el pasado, a condición de que las fuerzas aéreas no trastoquen completamente su acción.
Sin embargo, los marinos no son capaces de controlar más que las zonas marítimas que escapan a la acción de los aviones. Estas zonas van a disminuir constantemente a medida que aumente la autonomía de vuelo de los aviones. Les será imposible bombardear o imponer un bloqueo a una costa como tenían costumbre, así como remontar ríos, bahías o estuarios de un país dotado de una buena aviación.
Los navíos de guerra, en tanto que medio de llevar la guerra, están en vías de desaparecer para ser remplazados por submarinos que servirán de transporte de tropas aerotransportadas y de torpederos contra la flota mercante.
La llegada de la potencia aérea supone la probabilidad de una disminución de los gastos que exigía el armamento naval, no solo en cuanto a los barcos, sino también por las grandes bases, las calas secas y la organización industrial necesarias para su mantenimiento. A diferencia de los ejércitos de tierra, que están en un proceso de estancamiento, las marinas están conociendo un periodo de decline y de cambio. La fuera aérea es la gran potencia en desarrollo en el mundo de hoy. Ofrece no solamente la esperanza de una seguridad acrecentada en el interior sino también, gracias a su velocidad de desplazamiento, en el mayor elemento civilizador en el futuro, porque la esencia misma de la civilización es el transporte rápido. Es probable que las guerras futuras sean llevadas de nuevo por una clase futura, a saber la fuerza aérea, como lo fue en la Edad Media por los caballeros con armadura. De nuevo la población no estará obligada a movilizarse en su conjunto en caso de urgencia nacional, sino únicamente en cantidad suficiente para manipular las máquinas más poderosas para la defensa nacional.
Los principales países del mundo reconocen, cada vez más, el valor del poder aéreo. Todas las grandes naciones, excepto los Estados Unidos, han adoptado una política aérea determinada y distinta de su política marítima y terrestre. Para crear lo que sea que se quiera crear, es necesario establecer una base de reflexión y de razón, después poner en marcha la organización correspondiente. La política aérea de estos grandes países consiste en crear una aviación suficiente para protegerse en caso de guerra. Cada uno resuelve el problema de una manera concreta, adaptada a sus necesidades particulares.
Todos han comenzado por repartir las responsabilidades dividiéndolas en aspectos concretos: militar, civil comercial, construcción, meteorología y comunicaciones por radio. Estos distintos servicios consideraban a la aviación como secundaria en relación a otra actividad cuya aplicación principal no era la aviación. Igual que la marina piensa primero en los acorazados y considera a la aviación como algo secundario en relación a ellos, el ejército coloca en primer lugar la infantería y sólo se plantea la aviación como algo secundario.
Las fuerzas armadas de una nación son el elemento más conservador de toda su organización. Para comenzar, preceden a los mismos gobiernos, porque todos los gobiernos han sido colocados por grandes levantamientos populares que han encontrado su expresión en la fuerza militar. Las fuerzas armadas poseen tradiciones más antiguas que ningún gobierno; son más conservadoras que ningún otro organismo de Estado, y más seguras si lo que se quiere es construir sobre bases de las que están seguras, mas que de correr el riesgo de cometer un error. Dado que han cambiado muy poco desde hace siglos en sus métodos y su forma de dirigir la guerra, buscan siempre en el pasado para encontrar un precedente para lo que debe hacerse.
Antes de tomar ninguna medida para combatir a los rusos en Tannenberg, Hindenburg estudió la manera en que Aníbal había dirigido la batalla de Cannas. Napoleón estudió las campañas de Alejandro Magno y de Gengis Khan. Los marinos de hoy han obtenido siempre su inspiración de la batalla de Actium, del tiempo de los romanos, y de la batalla de Trafalgar.
En el desarrollo de la potencia aérea, es necesario mirar hacia el futuro y no hacia el pasado, e imaginar lo que va a ocurrir, no de lo que ha ocurrido. Es por lo que los servicios ya instalados son incapaces para desarrollar esta nueva arma con el mejor rendimiento dados los métodos y los medios disponibles.
En lo que concierne a la aeronáutica, la tendencia de todas las naciones ha sido centralizar los esfuerzos para desarrollar la aviación primero como tal; a continuación, suprimir todos los gasto y los dobles usos del hecho de que varios organismos se ocupaban de la misma cosa.
Gran Bretaña está en cabeza en lo que concierne a potencia aérea, tiene ya un Ministerio del Aire que está en igualdad con los Ministerios de Marina y de Guerra. Su fuerza aérea está legalmente designada como "la primera línea de defensa" del Reino Unido. El país esta completamente organizado en zonas de defensa aérea con la aviación de caza y de bombardeo colocados bajo mando único, de forma que pueden ser dirigidas hacia el lugar deseado sin dividirlas como anteriormente entre el ejército de tierra y la Marina. Por otra parte, hay fuerzas aéreas interiores afectadas en permanencia a la defensa de Londres y de otras villas importantes. En caso de conflicto, estas fuerzas no recibirían en ningún caso otras misiones. Sus bases de escucha y de operaciones se encuentran a lo largo de los territorios costeros e igualmente en el mar, de forma que cualquier aparato enemigo acercándose al territorio será inmediatamente detectado. El cuerpo de oficiales de las fuerzas aéreas se divide en dos: una parte de ellos se encuentra en servicio permanente y pueden ser denominados "regulares", mientras que los otros son "reservistas". Los oficiales de la reserva efectúan una vez a la semana, o al mes, breves vuelos de entrenamiento y, anualmente, pasan un periodo de aproximadamente dos semanas en sus unidades. Las fuera aéreas británicas tienen una academia aeronáutica que corresponde, poco más o menos, a lo que es West Point para el ejército de tierra americano. Tienen igualmente colegios reservados para su personal y toda la maquinaria necesaria para un gran servicio de defensa nacional cuya importancia crece cada día.
Desde el punto de vista industrial sostienen y animan a los ingenieros aeronáuticos y a las fabricas que los producen. Los créditos necesarios para la fabricación de aviones son, de esta forma, utilizados para mantener y favorecer a las mejores industrias de producción aeronáutica. La aviación civil disfruta de una gran consideración. No es todavía un medio de transporte tan económico como el ferrocarril o los barcos de vapor, y por ello debe ser apoyado por el Estado. La aviación civil utiliza el mismo tipo de campos de aterrizaje y de aeródromos que la aviación militar. La mayoría de estos últimos son, en tiempo de paz, mantenidos por la aviación civil y están siempre listos para caso de guerra. Se han dado importantes subvenciones a las compañías aéreas con el fin de que sean capaces de funcionar y de obtener un pequeño beneficio. De esta forma el Estado consigue que numerosos pilotos, aparatos, aviones, y mecánicos trabajen en tiempo de paz, y no gasta para ello, más que la mitad de lo que le costaría pagar si tuviera que pagarles el estado por completo sus servicios.
Se dice ahora que la organización de toda la fuerza aérea británica ha llegado al punto de convertir a un general de aviación en responsable de toda la defensa de las Islas Británicas. En caso de guerra, tendrá bajo sus ordenes, para asegurar la protección de las islas, no sólo la fuerza aérea sino también al ejército de tierra y a la Marina. Esto podría, a continuación, extenderse a todo el Imperio Británico.
Se ha elegido para este puesto a un general de aviación porque su formación le da una comprensión de las operaciones en tierra y por mar que no tiene ningún otro servicio. Sus medios de reconocimiento y de adquisición de información sobre un enemigo que se encuentra a miles de kilómetros de sus fronteras es superior a todos los medios de que puedan disponer el ejército o la Marina. Su fuerza aérea se desplaza a una velocidad varias veces superior a las de las fuerzas de tierra o de mar, y se encuentra, en consecuencia, en mejor posición para saber donde golpeará el enemigo y las medidas que convendrá tomar para proteger el país y armonizar a las fuerzas de tierra, mar y aire en la defensa nacional. Esto permite al Estado, también, tener a un único hombre como responsable de la conducción de la defensa sin repartir esta tarea entre mandos completamente diferentes que gestionarían las fuerzas de los tres ejércitos.
En Mesopotamia, Irak, la fuerza aérea gestiona la ocupación militar del país de una manera similar a la de los ejércitos en el pasado. El resultado de esta ocupación ha sido muy satisfactorio. Los aviones sobrevuelan el país con total libertad, están en condiciones de aplastar rápidamente las sublevaciones, de transportar tropas allá donde son necesarias en tierra, y de cubrir mucho más terreno con menor esfuerzo que por cualquier otro medio. En esta región todos los destacamentos del ejército están sometidos a la fuerza aérea y bajo su mando. Las grandes naciones de Europa y de Asia tienen cada vez más tendencia a adoptar esta organización a medida que resulta cada vez más evidente que la potencia aérea, para obtener un máximo de oportunidades, debe desarrollarse en tanto que arma completa e independiente y no como auxiliar de otra.
Pero no todas las naciones están en condiciones de crear una potencia aérea eficaz. Para ello son necesarias dos cosas. Primero, un sentido de nación, un patriotismo y amor al país suficientemente fuerte para impedir a sus pilotos sufrir pérdidas extremadamente elevadas en caso de guerra. Sólo ciertos países poseen estas cualidades . China, por ejemplo [...] no puede en este momento crear una aviación militar eficaz porque no hay ningún gobierno central que apoye los principios de base o mantenga los ideales en nombre de los cuales las gentes cultas estén dispuestas a dar su vida y todo lo que tienen. Por contra, la aviación americana, que perdió, durante la batalla de Château-Thierry, el setenta y cinco por ciento de sus efectivos (muertos, heridos o desaparecidos) en poco más de dos semanas, continuó el combate con una moral tan firme como si no hubiera sufrido ninguna pérdida. No se pueden obtener buenos pilotos más que tomándolos en ciertas clases de la sociedad, como por ejemplo los jóvenes que frecuentan nuestros colegios y no solamente triunfan en sus estudios, sino que sobresalen igualmente en disciplinas atléticas como el fútbol, el béisbol, el tenis, el polo y otros deportes ecuestres que favorecen la coordinación del cuerpo y el espíritu. De todos los países, es en Estados Unidos donde se encuentra el mayor número de personas que responden a ese perfil.
El segundo elemento importante para la creación de una fuerza aérea es la situación de la industria en el país y de la disponibilidad de las materias primas que entran en la composición del equipamiento aeronáutico, motores y aviones. Son necesarios setenta y ocho oficios para la construcción de un sólo avión. Entre el momento de su concepción y el momento en que su fabricación está terminada, pasa tanto tiempo como en la construcción de un barco de guerra. En el avión todo gira alrededor del motor. Aquí todavía encontramos menos países capaces de realizar buenos motores de avión. Pensad lo que esto exige - extracción de todos los metales, su fundición para obtener las aleaciones más ligeras y resistentes posibles que la ciencia conozca, después su diseño, la fabricación y las pruebas de estos motores que pesen poco más de una libra por caballo de vapor y que puedan propulsar un avión en el aire una vez que esté en vuelo, prácticamente sin la ayuda de la sustentación suministrada por las alas. Retomando el ejemplo de China, vemos que ni fabrica motores de avión, ni motores de explosión de ninguna clase, pues sus industrias no están organizadas a tal efecto. Por otro lado los Estados Unidos disponen de la industria mecánica más grande del planeta, en forma de industria automóvil. Están capacitadas en todas las fases del motor de explosión de gasolina. Por esta razón ocupamos actualmente, en el mundo, la primera plaza por la calidad de nuestros motores de aviación. Paralelamente, los Estados Unidos disponen en el interior de sus fronteras de todas las materias primas, combustibles y especialistas que exige la producción de equipamiento aeronáutico.
Si un país cuya ambición es conquistar el mundo consiguiera asegurarse el "despegue aéreo" en una guerra en el futuro, puede conseguir dominar el mundo más fácilmente que ninguna nación haya conseguido dominar un continente en el pasado. La llegada de la potencia aérea ha acercado a todos los países del mundo. Ya no medimos la distancia en kilómetros sino en horas. Hoy, las comunicaciones entre todos los puntos del planeta son instantáneas, bien por cable submarino, bien por líneas terrestres, bien por radio. En cualquier lugar en que se encuentre se puede alcanzar un avión en vuelo. El dirigible, Zeppelin, puede atravesar cualquier océano. Si alguna nación consigue el dominio de todo el espacio aéreo, está en mejores condiciones que nunca para dominar casi por completo el mundo entero.
(...) por ello, no hay lugar en la superficie de la tierra que la potencia aérea no pueda alcanzar, aportando con ello los elementos de civilización y los beneficios de las comunicaciones rápidas.
William Mitchell, "Winged Defence. The Development and Possibilities of Modern Air Power-economic and military", New York, 1925.
Traducción francesa de Catherine Ter Sarkissian.
Saludos.