Breve relación de sustancias químicas empleadas por el bando alemán durante la primera guerra mundial
Por Javier Yuste González
Nadie predijo los horrores que se vivirían en las trincheras; entre el barro cubierto de costras de sangre, la desesperación más embrutecida y las muy cotizadas ratas, que servían de excepcional complemento alimenticio. Y nadie estaba preparado para hacer frente a los mismos; muchos menos cuando los campos masacrados comenzaron a ser señoreados por extrañas nubes que precedían a soldados de rostro cadavérico, puro aliento de la Muerte.
La primera guerra mundial marcó el inicio de un desarrollo exponencial del recurso de las armas químicas, aunque hubiera noticia de su empleo ya desde el año 431 a. de C. en los sitios de Platea y Belium, o del célebre Fuego Griego atribuido a Calínico (Kallinikos), creado hacia el 660 d. de C. y ampliamente recurrido por los musulmanes en el s. XIII. En tiempos más recientes se vieron por Crimea y en los Estados Unidos de América durante la guerra de 1812 y la de 1861-65, tratándose la legalidad de tales agentes en el Congreso de la Haya de 1899, los cuales se legitimaron al ser comparados con otros métodos de guerra que se consideraban igual de atentatorios contra la vida humana, como el bombardeo nocturno o los torpedos.
De todos modos, el gas se introdujo en las pesadillas de los combatientes, aunque no fuera lo más mortal que encontrarían entre el fango de Francia y Flandes, y en la iconografía propia del conflicto mundial, siendo que el día 22 de abril de 1915, a las 1700 horas, se inició la macabra cronología que solo obedecía al interés de poner fin a una guerra estancada.
Los gases que se emplearon desde el bando alemán se pueden clasificar por su naturaleza de la siguiente forma:
- Afectan al sistema pulmonar, causando la asfixia por lesiones.
- Tóxicos. Atacan un órgano esencial, provocando accidentes generalizados. Afectan al sistema nervioso, inmunitario, etc.
- Lacrimógenos. Excitan el lagrimeo, privando momentáneamente a la víctima de la capacidad de visión. Fueron los menos empleados durante la Gran Guerra.
- Provocan quemaduras cutáneas, en las mucosas, etc.
- Excitan la mucosa nasal, provocando estornudos incontenibles, así como irritación de garganta, lagrimeo y dolor en nariz y mandíbulas. Durante la Gran Guerra no era fácil su fabricación, aunque fuera, con diferencia, los más baratos en comparación.
- Fumígenos. Se empleaban para la creación de cortinas de humo. Entre estos está el fósforo que, además, producía bastantes bajas en el enemigo por sus propiedades incendiarias. Estos, a su vez, poseen una diferenciación propia:
- Tóxicos (difenilcloroarsina y difenilaminocloroarsina).
- No tóxicos (fósforo blanco; tetracloruro de estaño, silicio y titanio; mezcla de óxido de zinc, zinc y hexacloretanol).
- Incendiarios (fósforo blanco; magnesio, aluminio y manganeso; alquitrán, petróleo; aceites solidificados).
- Pirotécnicos (pólvora negra, magnesio y colorantes).
Una vez relacionados por su naturaleza, debemos hacer otro tanto con respecto a su uso táctico:
- Causar bajas (mostaza, fosgeno y fósforo blanco).
- Desgaste (lacrimógenos y humos tóxicos).
- Ocultación (fósforo blanco y otros fumígenos).
- Incendiarios y destructivos (mostaza, fosgeno, cloro, fósforo blanco y otros fumígenos).
Entre el 22 de abril de 1915 y el mes de julio de 1917 se emplearon aquellos gases con propiedades sofocantes, tóxicas y lacrimógenas; y desde julio de 1917 a noviembre de 1918 aquellos de naturaleza vesicante y estornutatoria. Se parte con el cloro (sofocante) y en junio de 1915 se utiliza el bromo, de misma naturaleza que el anterior, y el bromuro de bencilo (lacrimógeno que produce un fuerte dolor en las conjuntivas), así como proyectiles de artillería (cuyas ojivas siempre iban pintadas de negro, lo que permitía distinguirlos de otros tipos) para su dispersión sobre el campo enemigo (e.g., bosque de la Gruerie, Argonne).
Una marcada evolución en el empleo de estos agentes por parte de Alemania que pasamos a estratificar para mayor claridad:
- El 22 de abril de 1915 se lanza, hacia las 17.00 horas, clorina líquida encerrada en cilindros contra las trincheras francesas, canadienses e inglesas en Ypres. Este ataque cubrió seis kilómetros de frente y tuvieron que necesitarse 24.000 cilindros, conectados a tuberías, en una concentración de treinta toneladas por kilómetro; su duración fue de entre cinco y quince minutos (las monografías discrepan), generando una cortina de 900 metros de profundidad. La acción se saldó con 5.000 bajas causadas al enemigo y la captura de 60 piezas de artillería y cuantiosas provisiones de guerra y boca. Probablemente, muchos de estos cilindros fueron de los que, más tarde, fueron recuperados por los británicos y que sirvieron de “munición” para el proyector de cargas de mezclas productoras Livens.
El segundo ataque con clorina data del mes de abril, en Loos, causando 1.200 bajas. Para entonces, los británicos ya contaban con 10.000 máscaras antigás construidas en menos de un día por orden de Lord Kitchener (apuntar aquí que el Ejército aliado contó, en una primera instancia, con dos tipos de careta por cada efectivo: una en bandolera para su uso inmediato y otra dentro de un bolsillo de la parte interior del faldón izquierdo de la guerrera. Debido a que sus filtros eran de solución alcalina, tenían un uso limitado de tres meses).
El bando aliado no empleó gases hasta comienzos de septiembre de 1915, estrenándose, justamente, con la clorina.
- En julio de 1915 se adopta el sofocante bromoacetona.
- En agosto de 1915 se utiliza el lacrimógeno y sofocante clorosulfonato de metilo, de idénticas características bromometiletilcetona, y el sofocante cloroformiato de clorometilo.
- En julio de 1916 se lanza cloroformiato de triclorometilo (sofocante).
- En diciembre de 1916 se estrena el fosgeno (sofocante). Este gas es el fruto de la combinación entre la clorina y el monóxido de carbono, y posee efectos retardados, pudiendo manifestarse las lesiones en la víctima entre 8 y 14 horas después de haber sido expuesta. Solo se necesita una concentración de 0,0003 por litro para ser efectivo en un ataque.
- En mayo de 1917 se optó por la cloropicrina (sofocante y lacrimógeno) y el cloruro de fenilcarbilamina (tóxico). Debido a que la clorina y el fosgeno son gases no persistentes (se volatilizan al instante, pasando al aire), y ante el avance de las técnicas de fabricación de máscaras, se creó la cloropicrina, que fue utilizada por primera vez en el frente italiano.
- En julio de 1917 tenemos el sulfuro de etilo diclorado (vesicante), más conocido como gas mostaza. Tanto en estado líquido como gaseoso, es muy agresivo, causando grandes vejigas, y posee una alta capacidad para permanecer en una zona determinada. Debido a la dificultad para su fabricación no fue muy habitual su empleo en batalla, lo cual fue una suerte pues no se pudo obtener vestimentas adecuadas que protegieran a los soldados de sus efectos. Fue empleado por primera vez durante la noche del 12 al 13 de julio contra tropas británicas del sector de Cambrai, causando 6.000 bajas, principalmente a causa de su olor casi imperceptible que llevó a que muchos no sintieran necesidad alguna de ponerse la máscara (en bajas concentraciones se dice que tiene un olor similar a cebollas o ajos).
Durante la batalla de Amiens (21 de marzo de 1918), los alemanes iniciaron la Operación Michael, en la que emplearon gas mostaza, ácido clohrídrico y gases lacrimógenos. La combinación fue tal que las máscaras protectoras de los aliados de poco sirvieron y los hombres morían de asfixia y entre terribles quemaduras en la piel expuesta. Llegó a tal punto que los sanitarios que atendían a los heridos sufrían de inmediato la afección cutánea al más leve contacto con las víctimas.
- En septiembre de 1917 apareció el cloruro de difenilarsina (estornutatorio). Fue empleado mediante lanzamiento con proyectiles, lo cual no resultó ser muy eficaz, pero sí obligó a una evolución en las máscaras, con la incorporación de un filtro mecánico.
- En marzo de 1918 tenemos la dicloroetilarsina (estornutatorio y tóxico), la dibromoetilarsina (estornutatorio y tóxico) y el óxido de metilo diclorado (sin acción manifiesta).
- En mayo de 1918, cianuro de difenilarsina (estornutatorio).
- En septiembre de 1918, metilcarbinol (estornutatorio).
De todos los relacionados, solo dos compuestos son puramente gases (cloro (incoloro) y fosgeno), siendo los demás elementos para una mezcla que potencia su volatilidad o su capacidad de afección.
En monografías de la época se cuantifica el número de bajas por efectos de los distintos agentes químicos en medio millón de efectivos, repartidos de la siguiente forma: 180.000 ingleses, 180.000 franceses, 78.000 alemanes, 75.000 americanos y 22.000 rusos. Por mucho que cueste creer, la guerra química fue la que menos bajas causó: un 23% de ingresos hospitalarios y menos de un 2% de bajas mortales en relación con el total; aunque el 34% de las bajas por invalidez procedían de secuelas químicas. A su vez, se estima que la ceguera total alcanzó al 3,85% de las víctimas. Cifras todas estas que no vamos a discutir por formar parte de las monografías del momento, las cuales defendían el empleo de estos métodos como una forma “humanitaria” de hacer la guerra.
Saludos.