Breve semblanza de la Brigada de Carabineros Reales (1730-1823)
Por Javier Yuste González
Cuando el polvo seco quedó asentado en los yermos campos de batalla, empachados de sangre y carne de cañón; cuando los ecos de la guerra enmudecieron en el viento; entonces, solo entonces, comenzaron a fijarse las bases de un estado diferente y acorde a los nuevos tiempos. Felipe V era el soberano de un territorio pacificado, había arrebatado el cetro a una dinastía moribunda y manejada en las sombras por los intereses de quienes buscaban su ruina, pretendiendo que aquellas Españas dieran la espalda el mar para beneficio y deleite de Inglaterra.
Y durante aquella vorágine en la que surgirían nombres propios, el primer Borbón dispuso, entre otras, importar a nuestro país el Cuerpo de carabineros, de reciente tradición en la corte francesa y que a cualquiera de nosotros solo nos recuerda a cierta extinta policía de Costa y Fronteras que nació en 1829, adelantándose varios años a la Guardia Civil (en la que se integraría en 1940).
Pero este Cuerpo, independientemente de la nación a la que sirvió, presenta una importante traba para su estudio, pues sus orígenes son un tanto oscuros o, si no queremos ser tan herméticos, difusos: si por un lado carabinero se dice que procede de la palabra carabiner, que es como se refería al soldado mosquetero con toda su impedimenta, otras voces, cuya autorización resulta discutible, toman partido por un origen anglosajón, afirmando que carabinero era aquel soldado que utilizaba un arma de fuego con el calibre inglés (caliver). Y los hay que, con arrojo o escasa templanza, consideran que la carabina ya era conocida de sobra en España, siendo un arma que fue sustituyendo al arcabuz tiempo atrás en los Tercios, a lo que hemos de añadir que en el s. XV se mencionan a los carabinos del reino de Navarra, unos cuerpos formados por vizcaínos y gascones.
Felipe V, en verdad, poco hizo más allá de traerse a España una concepción novedosa a partir de la cual se irían creando distintos regimientos de carabineros que se distinguirían tanto en Europa como durante las guerras americanas (como el escuadrón de Abascal para España; sin olvidarnos de los regimientos de carabineros de Inglaterra -número 6 de caballería- o Suecia –Skuvie-), pues se dice que los originales carabineros fueron la evolución natural de los granaderos (en su origen, los carabineros combatían a pie y a caballo, como cabeza de columnas; en los sitios compartían tareas con los granaderos).
Fue en 1676 cuando el rey Luis XIV de Francia ordenó que cuatro de los guardias de Corps más antiguos de cada compañía adoptasen como arma principal la carabina que se introducía por entonces en la Caballería; de estos cuatro guardias se pasaría a quince en 1677 y, poco más tarde, a diecisiete. Los positivos resultados de estas modernas unidades en las operaciones del Ejército francés a partir de 1679 indujeron a la formación de compañías de carabineros con plena autonomía funcional sobre el campo de batalla.
Tras la victoria en Neerwinden (1693, en el marco de la guerra de los Nueve Años (1688-1697)), se vio con buenos ojos la formación de cinco brigadas de veinte compañías cada una, teniendo por primer maestre de campo general al duque de Maine (a efectos ilustrativos, reseñar que cada brigada se compondría de cuatro escuadrones; cada escuadrón de cuatro compañías (con dos estandartes); y cada compañía contaba con treinta hombres). En la primera revista realizada ante Luis XIV en la llanura de Royal-dieu (Compiegne) en marzo de 1694, estas brigadas recibieron el título de Regimiento Real de Carabineros, adoptando el numeral 12 de Caballería.
En España, desde la entronización de Felipe V, comenzó a escogerse, de entre lo más granado de los regimientos de caballería y dragones, a tres tiradores expertos que adoptarían la denominación de carabineros y que recibirían la misión de actuar en táctica de guerrilla. La escasa utilidad para las armas españolas de dicha disposición conllevó a que, en 1730, tomando como modelo a imitar lo que se discurría en otros reinos, se creara el cuerpo unitario de Carabineros Reales, con base en la Castellanía de Amposta (Tarragona) y la consideración de tropa real.
En su momento se estableció que las armas de sus miembros serían las que siguen:
Guardias: espada, dos pistolas, carabina de cañón rayado.
Oficiales: espada, dos pistolas.
La espada de montar con guarnición de boca de caballo, de 90 cms. de largo entre filo y mango, con el anagrama CARABINEs. Rs.
Por Ordenanza de S.M. para el Servicio de la Brigada de Carabineros Reales en cuartel y campaña, de 7 de marzo de 1732 (vigente hasta 1770), los Carabineros Reales pasaron a ser el primer cuerpo de Caballería, por debajo de los Guardias de Corps (creados en 1704), con la siguiente estructura:
Cuatro escuadrones con tres compañías cada uno, compuestas por capitán, teniente, alférez, dos sargentos, trompeta, tres cabos y cuarenta y siete carabineros; la plana mayor estaría formada por un comandante en jefe de la brigada, un segundo comandante, un sargento mayor, dos ayudantes, un capellán, un cirujano, un timbalero, un sillero y un mariscal.
Igualmente, en dicho texto se le asignó la misión específica de proteger al rey en campaña (luego fue declarada tropa de la guardia de su persona, aunque como unidad de Caballería (RO 4 de enero de 1742)), lo cual mutó a partir de 1770, al darle cometidos de conservación del orden público (que los terminó acercando al cuerpo policial de costas y fronteras de 1829). En concreto, la Ordenanza de 15 de febrero de 1770, que remarca la función de guardia real de Caballería, por debajo de la Guardia de Corps, así como el que el asesor de la Casa Real debía pertenecer a la Brigada de Carabineros, se establece que la Brigada auxiliará a la Justicia ordinaria, aunque no se le pida, en todos los casos de tumultos y alborotos para mantener la paz y la tranquilidad públicas; en caso de que la Justicia pidiera auxilio, el cometido de la Brigada sería el de fuerza contra reos que no pudieran prenderse por los medios ordinarios y contra el contrabando y cualquier ramo de malversación a la Real Hacienda.
Y todo parecía de color de rosa para la Brigada de Carabineros Reales pero, aún con todos sus méritos y cintas, tendría una vida corta, siendo disuelta en 1823. Como detalle de despedida, un par de curiosidades de la talla de que el escuadrón de húsares y cazadores de la Guardia de Honor del Almirante (1800-1808), creada para su seguridad por Manuel Godoy, se encuadraba dentro de la Brigada de Carabineros Reales o que la altura de los carabineros (por natural destino, en Caballería se prefería hombres espigados), urgía a dotarles de caballos de especial alza y anchuras de entre aquellos criaderos que suministraban a las Armas españolas desde Aragón y Cataluña.
Saludos.