Entrevista a Miguel Ángel López de la Asunción, coautor del libro «Los últimos de Filipinas. Mito y realidad del sitio de Baler»
Por Javier Yuste González
Hacer una breve reseña biográfica de Miguel Ángel López de la Asunción (Madrid, 1973) supone cargar con una hercúlea labor de síntesis. A buen seguro, su nombre sonará a muchos de nuestros lectores, de programas de radio como Ser Historia, Ágora Historia, La Linterna o Julia en la Onda; así como de haber colaborado en TVE y en medios escritos como Historia de Iberia Vieja, Revista Ejército, etc.; incluso por haber sido asesor histórico en el criticable film «1898: los últimos de Filipinas», del que también trataremos durante la presente entrevista.
La razón principal de este pequeño encuentro con Miguel Ángel es la publicación de «Los últimos de Filipinas. Mito y realidad del sitio de Baler» (Actas. 2016), compartiendo autoría con Miguel Leiva; una novedosa monografía sobre un episodio tan singular y desesperado del Desastre de 1898 y al que nuestro entrevistado ha dedicado la friolera de 20 años de estudio.
Amigo Miguel, si me honras con la posibilidad de referirte a ti de tal modo, gracias por dedicarnos un poco de tu tiempo.
La hazaña de los conocidos como los últimos de Filipinas ha caminado entre la exaltación y la defenestración. Por ser un tema conocido y tratado, no por ello es fácil estudiar y escribir acerca del mismo, pues es entonces cuando uno da con hielo quebradizo.
Y bien dices, amigo Javier “los conocidos como los últimos de Filipinas” porque esa es una denominación que empezó a aplicarse únicamente tras la aparición de la película homónima de Antonio Román de 1945. Incluso este apelativo, que por otra parte no hace demasiada justicia a los más de 9000 prisioneros españoles que quedaron en Filipinas, en algún caso años, tras la repatriación de los héroes de Baler, podíamos decir que falsea de alguna manera la realidad de lo sucedido y de lo que ha llegado hasta nuestros días. A lo largo de los años, efectivamente, la verdadera historia los héroes de Baler se ha visto influida por diversos intereses: Dos películas, una con intereses muy concretos dado el momento histórico en la que se rodó y la otra, lamentablemente, históricamente poco rigurosa; alguna serie de televisión, algún relato novelado desde el punto de vista histórico ciertamente desafortunado, algún ensayo que buscó y añadió cierta polémica donde realmente no existió, etc., son factores que han modificado significativamente lo que ha quedado del episodio en el imaginario popular. Es por eso que creímos era necesario limpiar la gesta de Baler de todas estas capas y afrontar el antes, el durante y el después del sitio de Baler presentando los hechos tal y como los vivieron sus protagonistas. Ahí radicaba, quizás, la mayor de las mayores dificultades a las que junto a Miguel Leiva, coautor de este trabajo, me he enfrentado.
En contra de lo que pudiese parecer, este tema no había sido tratado en profundidad. Las fuentes originales comúnmente manejadas se resumían a las memorias del último jefe de la defensa española, el 2º teniente don Saturnino Martín Cerezo, publicadas en 1904, los manuscritos que hasta hace pocos meses permanecían inéditos escritos por uno de los frailes franciscanos supervivientes al asedio, el padre Minaya, recientemente revisados y publicados por un historiador malagueño, y algunas actuaciones militares e interrogatorios llevados a cabo tras la salida del destacamento. Existían grandes lagunas que dificultaban entender lo sucedido durante la defensa, incluso porque estas fuentes se contradicen entre sí frecuentemente. Tras muchos años, entrevistas y kilómetros tras los héroes de Baler, hemos tenido la inmensa fortuna de manejar gran cantidad de documentación inédita procedente tanto de archivos militares, como parroquiales y religiosos, municipales y privados, tanto escrita, como gráfica y epistolar. Por poner un ejemplo, del ataque sufrido por el destacamento del teniente Motta, primer asedio a la iglesia de Baler ocurrido tan solo meses antes del comienzo del famoso sitio, y del que no se conocía fuente oficial, presentamos hasta cinco documentos que relatan lo acontecido. Destaca, sin lugar a dudas, la documentación personal de Martín Cerezo con documentos inéditos distintos de los entregados al Archivo Histórico Nacional, entre ellos, los planos de la defensa de su puño y letra o la documentación, interesantísima, procedente del Archivo Franciscano Ibero Oriental de Madrid, o la correspondencia epistolar entre los supervivientes facilitada por sus descendientes, entre otras. En el capítulo fotográfico, entre otras curiosidades, presentamos multitud de fotografías inéditas de los protagonistas facilitados por sus descendientes, la única fotografía conocida del padre Gómez-Carreño, conseguida en el convento de San Antonio de Ávila, que dada su juventud en el momento de su fallecimiento, deja en evidencia la desacertada representación que de él se nos hace en el cine donde se nos presenta siempre como sexagenario, o los naipes con los que los soldados se divertían en sus ratos de asueto durante el asedio. Por otra parte, hemos trabajado en profundidad la prensa de la época de Filipinas, de la Península, tanto local como nacional, y norteamericana, que ha constituido un verdadero filón de información.
Sin duda, la valentía del soldado raso, junto a la sabiduría y dotes de mando de buenos y experimentados oficiales hicieron que algunos asedios en esta misma época sean recordados hoy por todos nosotros. Sin ir más lejos, la hazaña del soldado Eloy Gonzalo en la localidad cubana de Cascorro, otro de nuestros héroes españoles, que prendió con gasolina el puesto desde el cual el enemigo les hostigaba, consiguiendo volver con vida a líneas españolas. En el sitio de Baler tenemos varias salidas idénticas a esta con el mismo fin e idéntico resultado protagonizadas por varios soldados rasos de nuestro destacamento. Curiosamente, y puede que este dato sea desconocido por la mayoría de los lectores, los restos de Eloy Gonzalo, el héroe de Cascorro, reposan en el mismo mausoleo del cementerio de La Almudena de Madrid en el que reposan los fallecidos españoles durante el asedio de la iglesia de Baler, repatriados a la península en el año de 1904. En el libro ofrecemos varias imágenes de dicho monumento denominado Mausoleo de los Héroes de Cuba y Filipinas, que he de decir, visito con cierta frecuencia.
Bueno, no tan corta, son 465 páginas con más de 100 fotografías, muchas de ellas inéditas, mapas y planos, que considero un volumen apropiado para no animar a la lectura al lector poco familiarizado o incluso desconocedor del episodio. Efectivamente en el libro encontraremos multitud de nombres propios. Algunos de ellos ven la luz por primera vez ya que, por desconocimiento quizás, habían caído en el olvido. Se trata de nuestro sentido homenaje a todos y cada uno de los protagonistas que vivieron el sitio. Presentamos una somera biografía de todos los componentes del destacamento que llegaron a Baler en febrero de 1898 y de los tres frailes franciscanos que junto a ellos compartieron el asedio. De muchos de ellos tan solo se conocía nombre y apellidos, por lo que ha sido una ardua labor conseguir situarles en el mapa y averiguar algún dato que nos ilustrase sobre su vida anterior a su participación en la gesta. Lamentablemente no se conservan muchos de los expedientes militares de los fallecidos, por lo que en algún caso hemos tenido que partir de cero y recurrir a archivos parroquiales y municipales, y en alguna ocasión llegados allí por meras intuiciones o suposiciones. Nos cabe el orgullo, por qué no decirlo, de ser los primeros que tratan a los fallecidos, grandes olvidados de esta historia. A la vista está que descubrimos infinidad de datos inéditos de todos ellos y ojalá la información que facilitamos pueda ayudar a otros investigadores a sacar a la luz futuros trabajos para dar a conocer en mayor detalle a nuestros soldados de Baler. Ya lo hemos dicho en alguna ocasión, nada nos agradaría más que así fuese.
Para poder entender qué hizo diferente de otros similares sufridos por nuestras tropas en Ultramar al asedio de Baler es inevitable analizar y profundizar en estos aspectos. Es fundamental para poder entender el porqué de muchos de los acontecimientos que tendrán lugar en Baler conocer al detalle las características de la defensa, la distribución y preparación de la misma, los recursos disponibles, las carencias, la forma de afrontar las crisis, las enfermedades, los ataques, los parlamentos, las deserciones, las salidas a la desesperada, la importancia de los momentos de asueto para mantener alta la moral y la unidad de la tropa, las inesperadas apariciones de personajes o de elementos que influyen en el desarrollo de los acontecimientos, etc., etc., etc. En definitiva, todas las condiciones, disposiciones y actuaciones que permitieron que el sitio fuese un éxito. Es por eso que hacemos referencia a estos puntos fundamentales a lo largo de varios capítulos y dedicamos uno en su exclusiva a estas claves del éxito.
Este episodio, en el que aportamos nuevos datos, ha sido trabajado fantásticamente en fechas recientes por el investigador norteamericano Matthew Westfall. De nuevo, hemos tenido la fortuna de manejar una documentación fabulosa, a saber, documentación oficial sobre el episodio de la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos, algunos nuevos documentos y cartas que demuestran la intermediación del Arzobispo de Manila, Bernardino Nozaleda, como intermediario entre norteamericanos y españoles para conseguir la expedición de rescate, así como la traducción del informe oficial norteamericano de lo acaecido, traducido en Manila por militares españoles y cuya copia se custodia en Madrid o el relato del teniente Gilmore, uno de los protagonistas norteamericanos, que fue publicado por la revista McClure's en agosto de 1900. Como curiosidad, hemos accedido a un documento que prueba que las autoridades militares españoles, dado su mejor conocimiento de la zona, facilitaron un plan con varias posibilidades de ataque a la población de Baler que fue finalmente desechado por los militares norteamericanos. Por otra parte, a los conocimientos de cómo se vivió la expedición del USS Yorktown desde fuera de la iglesia podemos sumar, gracias a las memorias del teniente Martín Cerezo y de los manuscritos del padre Minaya, cómo lo vivieron los sitiados desde dentro. Ese ha sido en definitiva el método de trabajo seguido, reunir toda la documentación disponible, la conocida y la inédita, para poder afrontar desde todos los puntos de vista el sitio de Baler.
Creo sinceramente que bastante clarificadora. El tema del fusilamiento fue tratado de manera más periodística que histórica por el autor en cierto libro aparecido en los albores del centenario de la guerra hispanoamericana, y sin duda ha influido negativamente en el tratamiento que de ello se ha dado posteriormente tanto en obras literarias como televisivas o cinematográficas, que es en definitiva lo que llega al gran público. Sin embargo, lo acontecido en Baler fue instruido mediante una causa por las autoridades militares en un proceso de llevó años de duración y en el que declararon, además del propio Martín Cerezo, el teniente médico Rogelio Vigil de Quiñones y diez de los soldados supervivientes. Esta sumaría resuelve en su resolución final, que se incluye en los anexos de nuestro libro, el sobreseimiento definitivo de esta causa ya que según el Código de Justicia Militar los hechos no incurrirían en ningún tipo de falta o delito. En el libro se aporta además información adicional que deja clarificada la existencia de un juicio a los fusilados durante el asedio, detalle siempre desconocido u olvidado, que avalaría la difícil decisión que tuvo que tomar el 2º teniente Martín Cerezo y la difícil resolución final que las circunstancias le obligaron a llevar a cabo.
Curiosamente cuando salieron de su asedio, los supervivientes del sitio de Baler desconocían si serían considerados héroes por su hazaña o serían fusilados a su llegada a Manila por desobediencia de las órdenes de los oficiales españoles que como parlamentarios les ordenaban el cese de su resistencia. En los mentideros de Manila discutían los que defendían una y otra actuación. No obstante, gracias a la encomiable labor de la prensa manileña en español y al conocimiento del resultado de los interrogatorios realizados a su llegada a Manila para averiguar los detalles de la actuación del destacamento, la opinión pública no hubo duda al respecto. En medio de la desilusión y el desaliento por la pérdida de las últimas provincias españolas de Ultramar, el ciudadano de a pie se aferró a la brillante actuación de aquel pequeño destacamento que limpiaba en el honor de las armas españolas en la rápida derrota que ponía fin a 335 años de hegemonía española en Filipinas. Y no nos engañemos, muchos mandos militares que no habían presentado tan heroica actuación no vieron con tan buenos ojos esta alabanza popular, ya que en cierta manera afeaba su comportamiento. Es un tema muy interesante este, sin duda, sobre el que también ofrecemos muchos datos.
Esto es sin duda fruto del mismo desconocimiento de la hazaña del destacamento en nuestro país. Desde la Asociación Los Últimos de Filipinas, Héroes de Baler, que tiene su sede en L’Hospitalet de Llobregat (Barcelona) y de la cual tengo el honor de ser vocal en Madrid, estamos llevando a cabo una labor de difusión y divulgación de la gesta para que esto cambie pronto y no solo se les recuerde cada 30 de junio, de la manera fantástica que se hace, en Filipinas. Este año, sin ir más lejos, tres miembros de la Asociación estuvieron presentes en los actos en Baler como representación. Es una labor difícil, pero poco a poco vamos teniendo nuestros pequeños frutos en colaboración de ayuntamientos e instituciones.
Indudablemente. Puede hacer gracia, pero después de tantos años detrás de los protagonistas y de haber tenido la suerte de conocer tantos detalles personales de cada uno de ellos, llegas incluso, sin llegar a niveles preocupantes, a creerte uno más del destacamento. No solo eres conocedor de las distintas relaciones de amistad o enemistad dentro del grupo, o la relación de cada uno con los mandos y de estos entre sí, sino que incluso llegas al detalle de conocer las costumbres y gustos de cada uno de ellos: las habilidades de cada uno, su carácter, los secretos que guardaban de su vida en España, los que tenían una profunda fe religiosa o los que daban a aquel aspecto menos importancia, los que eran fumadores empedernidos, los que odiaban el tabaco, los que eran enemigos de las bebidas alcohólicas o incluso quien no toleraba el tomate en su dieta. Es ciertamente divertido. Mi concepción de ellos, es sencillamente inmejorable. Todos aportaron generosamente todo cuanto sabían y tenían en pos del grupo para conseguir salir victoriosos de la situación a la que se vieron obligados a enfrentarse. No eran locos como se nos ha dicho ni estaban empecinados en su defensa, sino que tenían sus motivos para no capitular.
Más que no estar muy contento, estoy realmente triste porque creo que se ha desaprovechado una oportunidad irrepetible para tributar a los soldados de Baler el homenaje que sin duda se merecen. No entraré a valorar la valía cinematográfica y técnica de la producción ya que, a la vista está, es magnífica, pero y sin entrar en más polémica, creo que los realmente interesados en conocer este episodio desde el punto de vista histórico y humano no puede quedarse únicamente con la película. Creo que 1898 Los Últimos de Filipinas es una historia ambientada en el sitio de Baler con multitud de personajes y hechos ficcionados, quizás demasiados, con omisión de otros y en el que algunos de los personajes reales no reciben un tratamiento, desde mi humilde punto de vista, acertado. Esta es una de las aquellas ocasiones en que la historia real, la gesta de Baler, supera por si misma con mucho cualquier guión cinematográfico, por lo que quizás no fuese mala opción leer el libro y ver la película, a poder ser por ese mismo orden, y opinar a posteriori cada cual por sí mismo.
Es un castigo que sufrimos, sí y me gustaría poder entender el porqué. Creo que intentar ver una gesta militar desde un punto de vista antibelicista / antimilitarista 120 años después de que esta aconteciese carece de cualquier sentido. En nuestro caso, queda demostrado por la amplia experiencia militar y condecoraciones que ya tenían muchos de los soldados de Baler a la hora de comenzar el asedio que no eran soldados bisoños ni mucho menos unos “gallinas”. Muchos de ellos llevaban más de un año combatiendo en el Archipiélago filipino, habiendo incluso tomado trincheras cuerpo a cuerpo. Es más, alguno de ellos había pertenecido a Artillería y llevaba más de 3 años, cuanto menos en Filipinas. En cuanto a los oficiales y el maltrato de estos a sus hombres, queda en un absurdo después de haber podido manejar las cartas que entre los soldados se intercambiaron durante años en las estos recuerdan con respeto y cariño no solo a los dos oficiales supervivientes al asedio, a los que tuvieron siempre en gran estima, sino también a los dos oficiales fallecidos durante el sitio, el entonces capitán don Enrique de las Morenas y Fossi y el 2º teniente don Juan Alonso Zayas. Incluso, alguno de los soldados supervivientes llamó a su hijo Juan en recuerdo del oficial fallecido. Varios de los testimonios de los soldados supervivientes aseguran que el teniente médico Vigil de Quiñones fue como un padre para ellos, infundiéndoles el valor necesario para afrontar el sitio. El último comandante del destacamento, que llegaría a general de brigada al final de su carrera militar, don Saturnino Martin Cerezo siempre estuvo pendiente de ellos, ayudando a algunos de sus hombres que se encontraban en una situación económica desfavorecida, facilitando empleo en su finca de Madrid a uno de ellos, y recibiendo y ayudando a recuperar la pensión a la viuda e hijo del corneta del destacamento, fusilado durante la Guerra Civil, al igual que su propio hijo. Tampoco olvidó enviarles un ejemplar dedicado de su obra tras su aparición en 1904 e incluso se hizo cargo de la hija de uno de los soldados, a petición de este, fallecido a una edad temprana, criándola como si fuese una más de la familia. Los que utilizan esa visión sesgada para atacar a los oficiales españoles del destacamento demuestran, entre otras cosas, un desconocimiento total de la personalidad de los protagonistas del sitio de Baler.
No creo que en nuestro país tengamos la suerte de poderlo ver en fechas cercanas, aunque quizás el tema interese en otros mercados más al gusto de la épica militar. En esta última producción he participado de manera totalmente desinteresada y altruista, pero si me aseguran que se proyecta una versión donde se respete el rigor histórico y a los personajes, estaría incluso dispuesto a pagar por participar. Bromas aparte, ojalá que así fuese ya que sería la definitiva y la auguro, sin duda alguna, un gran éxito comercial.
Ha sido, sin lugar a dudas, una de las partes de las que más he disfrutado durante el proceso de investigación. No solo el hecho de visitar las localidades natales de los protagonistas del sitio, lugares maravillosos de nuestra geografía que muy difícilmente hubiese conocido de no ser por este propósito, sino también la oportunidad de tratar a sus descendientes y personas que les llegaron a conocer personalmente. Parece increíble, pero hoy en día aún contamos con una hija viva del soldado tinerfeño José Hernández Arocha, uno de los supervivientes. Muchas de estas personas son en la actualidad grandes amigos con los que mantengo una bonita relación de amistad. Más que anécdotas me vienen a la memoria sensaciones. Recuerdo la primera vez que toqué con mis manos el mismo uniforme que el soldado Loreto Gallego García, uno de los soldados supervivientes, vistió durante su repatriación a la Península y que conserva su familia junto a infinidad de sus objetos personales (tengo que reconocer que me probé el gorrillo cuartelero del uniforme que usó en Filipinas) o la sensación indescriptible al manejar la pequeña libreta donde el teniente Martín Cerezo anotaba las altas y bajas del destacamento y que guardó en el bolsillo de su chaqueta durante todo el asedio, así como los planos que dibujó de puño y letra de la iglesia con la planificación de la defensa. O las medallas del soldado Timoteo López Lario, o la bandera norteamericana del bote del USS Yorktown recuperada y traída a España por los frailes franciscanos supervivientes al asedio. Etc., etc., etc. Grandes momentos, sin duda, que creo que he sabido valorar.
Estamos realmente contentos porque la acogida entre los lectores ha sido fantástica y no deben de quedar muchos ejemplares circulando de la segunda edición. En el último año hemos impartido nada menos que doce conferencias sobre la gesta a lo largo y ancho de nuestra geografía en ciudades como Madrid, Barcelona, Bilbao, Ceuta, Ávila, Marbella, Requena, Mula, Villalmanzo, Caudete, etc. y el interés suscitado ha sido fabuloso. Por no hablar de la cobertura que se nos ha ofrecido en los diversos medios de prensa escrita, radio y televisión. Nos consideramos, sin lugar a dudas, muy afortunados.
Seguro que sí, porque cuando te pica el gusanillo de la investigación es muy difícil dejarlo a un lado, aunque no tiene por qué ser de manera inmediata. Tengo varios proyectos en mente, alguno de ellos incluso comenzado hace algún tiempo, pero creo que el trabajo bien hecho requiere mucho tiempo y dedicación.
Con un café delante y en el marco de una charla animada seguro que nos saldrán mil preguntas e inquietudes, pero tus preguntas han sido realmente acertadas, Javier. Muchas gracias por tu interés en esta investigación, en el libro y sobre todo por acordarte de los héroes de Baler.
Saludos.