Entrevista a Olga Romay, autora de la novela histórica «Los hijos del senador»
Olga Romay Pereira (Lugo, 1967) ha publicado este año 2016 «Los hijos del senador», una novela ambientada en la Roma del s. I a. de C., justo cuando estalla la guerra civil entre Julio César y Pompeyo; tiempos convulsos que vivirán con intensidad los cinco vástagos del senador Servilio.
Y dicho motivo es más que suficiente para que nos interesemos por su persona y su obra aquí, en HRM, por lo que hoy os ofrecemos una entrevista que hemos mantenido con la autora y que esperamos que sea de vuestro interés.
Como primera pregunta, Olga, cuando tuve tu libro «Los hijos del senador» entre las manos y comencé a leer primero la minibiografía que lo acompaña, me sorprendió encontrar en ti una persona que ha estudiado Económicas, pero que, no solo escribe novela histórica, sino que está estudiando un máster de Historia antigua. ¿Podrías hablarnos de esto?
Cuando estudié Económicas no tenía ni idea de que algún día escribiría una novela; lo mismo ocurrió cuando comencé a trabajar de profesora. Pero cuando escribí mi primera novela, «El Jugador de Ajedrez», me di cuenta que necesitaba unos sólidos conocimientos históricos si quería ser rigurosa. Es por eso que hice un máster en Historia Antigua. A partir de ese momento tuve que decidirme: terminar el doctorado en Historia Antigua o escribir novelas históricas.
Entonces, no quisiste quedarte en el primer escalón, sino que querías llegar a un conocimiento, digamos, pleno, no de simple aficionada. ¿Por qué la época romana?
En realidad no fue la época romana la primera que me atrajo. Grecia me atrapó primero y por eso escribí la novela «Pericles, el primer ciudadano». Luego me decidí por Roma: el final de la República.
Hay algo fascinante en esos últimos años de la República que ha atrapado a todos los historiadores desde la Antigüedad. No en vano es uno de los períodos de la historia de Roma mejor documentados. Combina los ingredientes de una buena trama: intrigas, guerra, batallas, grandes discursos, políticos carismáticos, mujeres liantes y grandes dosis de testosterona. He caído en la tentación de novelarlo, pero no al uso, sino reflejando cómo la población civil vivió la guerra. Por eso elegí a una familia de patricios que vivió en Roma mientras duró la guerra entre César y Pompeyo.
Y, como bien has dicho, escoges a una familia patricia. Tras leer tu novela, he tenido la impresión de que has tratado de hacer un tour alrededor de todas y cada una de las esquinas de Roma, tanto geográficas como sociales. Por ejemplo, comienzas en el mismo Senado. Para ello creo que te sirves principalmente de los cinco hijos del senador Servilio que, aunque hermanos, son todos muy distintos. ¿De dónde te vino la idea de centrarte en estos muchachos? ¿Te hubiera gustado haber seguido más a Servilio en su periplo contra César, prestando sus armas a Pompeyo?
Los hijos del senador Servilio representan lo mejor y lo peor de Roma.
Mario es el primogénito, un vanidoso romano que sólo piensa en pasarlo bien en banquetes y que los problemas se los solucione su liberto, o su madre, que es la que tiene los contactos con las familias patricias.
Sulpicio, el segundo de los hermanos, es el adolescente inconsciente que se lía con la mujer menos adecuada de Roma, al cual también tienen que poner a salvo entre su madre y su hermano mayor.
Luego está Quinto, que es casi un niño, pero que comete el tremendo error de no adular a su amigo Octavio.
Después tenemos a Lucrecia, la única hija del senador, que se rebela contra el matrimonio que le impone la familia; en realidad es una muchacha manipulada por su madre, que hace y deshace en la familia.
Y por último el pequeño Cayo, un extranjero que representa la presencia de Egipto, tan importante políticamente en estos años.
En la familia de Servilio hay más vicios que virtudes. No es una familia modélica precisamente. Basta conocer a su abuela Honoria, la matriarca, para saber que son una calamidad. Pero hay algo que les redime: pueden unirse para luchar contra las adversidades. Son unos supervivientes, y sus madres serían capaces de cualquier cosa para evitar que César pudiese hacerles cualquier mal.
Creo que la vida de los muchachos en Roma es más interesante que la de su padre Servilio junto a Pompeyo. En definitiva, lo más emocionante que hizo Pompeyo durante la guerra civil contra César fue enfrentarse a él en Farsalia. Y todos sabemos que perdió, porque cometió el error de infravalorar a César. La historia de los senadores que siguieron a Pompeyo, es la historia de unos hombres que sólo adulaban a quien mantenía su estatus de optimates, y esas historias carecen de emoción.
La verdad, que has resumido a la perfección a los integrantes de la Gens que, con sus iniciales reticencias, acaban actuando como una piña ante el constante peligro que los rodea. He de confesar que me hizo verdadera gracia el personaje de la abuela, Honoria, que pasa de ser odiosa a una verdadera protectora de la familia, gracias a la cual llegas hasta un nivel al otro lado de la realidad romana, hasta el mundo de los espíritus.
Durante el tour por el que tus personajes sirven de guías, partes del Senado y nos llevan a todos sitios, incluso a la Cloaca Máxima. Puede llegar a ser intenso, pues no dejas detalle cultura, por nimio que sea. ¿En alguna ocasión consideraste que tanta información podría no fuera de agrado del profano en novelas ambientadas en esta época en concreto?
Reconozco que me vuelvo loca por ambientar cada esquina de Roma y por relatar las costumbres de la época. Me temo que un lector que prefiera hechos y no descripciones pueda verse superado. Para compensarlo me prometí evitar dos cosas que enfangan mucho la lectura: no incluí ni una sola fecha (salvo la de la primera página) y no abuso de latinajos, y si lo hago, el lector comprende su significado inmediatamente por el contexto (juro que nadie tendrá que acudir a Wikipedia).
He cuidado mucho la ambientación porque quería envolver al lector en un mundo perdido y que comprendiese qué suponía ser un romano de aquella época: que sienta el sudor de los senadores apretujados en las bancadas del Senado o los olores nauseabundos de la Cloaca Máxima, los tumultos por las calles, las confortables casas de los patricios.
No quise rescatar las costumbres romanas con las que estamos tan familiarizados, por ejemplo las Saturnales, sino otras más desconocidas, pero para ellos muy importantes como, por ejemplo, el ritual en el templo de la diosa Juvenas cuando los muchachos vestían la toga viril, cómo se desarrollaba una boda patricia o cómo ahuyentaban a los espíritus en la fiesta de las Lemurias.
Tal vez la novela podría haber sido escrita sin costumbres ni lugares, y estoy segura de que me hubiese ahorrado doscientas páginas y para mí hubiese sido más cómodo. Tal vez hubiese funcionado, pero es cómo construir una casa estupenda y no amueblarla como es debido.
He de reconocerte que no tenía ni idea de ese ritual de Juvenas, como tampoco que existiera esa barrera entre los romano de pura cepa respecto a las deidades que adoraban. Me refiero a los dioses que consideraban como propios y aquellos como de culto extranjero, como explicas con el caso de Baco.
Aparte de los hijos de Servilio y sus madres, muy destacables la de Lucrecia y Cayo, das mucho protagonismo al tribuno de la plebe Casio y al liberto Lucio. ¿Qué podrías decirnos de estos dos personajes? ¿De dónde surgieron?
Hay dos tribunos que tienen mucho protagonismo: Casio Longino (un personaje que existió), que estaba prometido a Lucrecia, la hija del senador, y el tribuno Tito (un personaje ficticio).
Casio Longino, que se llama casualmente como el Casio Longino que participó en la muerte de César, fue el primer gobernador que tuvo Hispania. Fue nombrado por Julio César en plena guerra civil para hacerse cargo de la península Ibérica. Debió de ser una calamidad para nosotros pues los hispanos se rebelaron contra él y le causó un enorme quebradero de cabeza a César. Era uno de los tribunos de la plebe junto con Marco Antonio cuando los dos tuvieron que salir de Roma disfrazados de esclavos para huir de Pompeyo.
Luego está Tito, que es el único tribuno de la plebe que no compró los votos para que le nombrasen en los comicios. Representa la integridad, pero también la ingenuidad de un joven muchacho que cree en César como el gran salvador. Este personaje es el único que podemos decir que se comporta de forma heroica en la novela y sufre una gran transformación: cuando César da el golpe de estado y se apodera del tesoro que está guardado en el templo de Saturno, cambia completamente de opinión sobre él. El lector puede sentir la gran decepción que le asalta cuando es defraudado por su propio partido, el de los populates, del que esperaba grandes cambios en Roma y que al final lo único que trajo fue la dictadura.
Tuve que crear un héroe para esta novela, y nadie mejor que Tito, porque es extraño, pero en esta guerra civil, todos los políticos se comportaron de forma miserable. A ver si algún lector de este blog me dice quien mantuvo el tipo.
Después está el personaje más frío y que mejor sabe jugar las cartas de la novela: el liberto Lucio. Cumple su papel a la perfección como administrador fiel de la familia. Es la única cabeza serena de todo el relato, y si llegamos hasta el final veremos su sorprendente ascenso social. Está inspirado en el papel de mayordomo que Anthony Hopkins interpretó en la película «Lo que queda del día». Si Lucio existiese, hoy en día sería un estupendo ministro de Economía.
Creo que hemos mentado en más de una ocasión a Servilio, pero estamos dejando a los lectores de HRM en tinieblas. Creo que encarna un resquicio de luz y honestidad, al igual que Tito, pero con una mayor madurez. Eso sí, no creo que acierte en la mayoría de sus decisiones. ¿Qué más nos puedes contar sobre el senador?
Servilio es el gran ausente porque en el primer capítulo va a partir a la guerra dejando a sus hijos desvalidos a cargo del mayor de ellos, Mario, al que nombra pater. Pero aunque el senador esté ausente, sus hijos, sus esposas y su madre nos recuerdan su existencia porque flota en el ambiente.
Por ejemplo, Mario parece una copia de su padre: es mujeriego, le gusta el lujo y la buena vida; y, en principio, evita las responsabilidades familiares de un pater.
Las cinco esposas de Servilio también dan pistas al lector de cómo era su esposo, a veces distorsionadas por su particular visión de mujeres divorciadas. Y, por supuesto, la abuela Honoria termina de dibujar su perfil.
Pero a lo largo de la novela hay más personajes que aparecen para contarnos otros aspectos de Servilio: su maestro de primeras letras, su compañero en el senado Domicio Enobarbo, su primer centurión Tito, su liberto Lucio.
Todos van desgranando en pequeña frases cómo es el senador, qué hizo en el pasado, qué relación tuvo con su madre, con su liberto, cómo consiguió su fortuna en Egipto. Incluso César habla de Servilio en esta novela.
Servilio y el tribuno Tito aparentemente son personajes que no tienen nada que ver. El primero es patricio, el segundo es plebeyo, el primero ha vivido ya muchos años en la política de Roma, el segundo todavía está comenzando su carrera política. Pero son dos personajes que se respetan: Tito no haría ningún mal a la familia de Servilio y Servilio confía en él. El lector intuye que hay algo que les une, pero no puedo adelantar acontecimientos, eso forma parte de la novela. La vida terminará por convertir a Tito en un Servilio, eso está claro.
En las primeras páginas de la novela el lector sabe que Servilio toma una decisión equivocada: unirse a Pompeyo. El lector juega con ventaja, hasta un niño (que haya leído Asterix y Obelix) sabe que Servilio ha metido la pata. Pero Servilio no lo sabía, ni siquiera César lo sabía. Cuando César cruzó el Rubicón no estaba nada claro, por eso me invento que César deseaba conocer qué iba a pasar, de ahí su obsesión en la novela por hacerse con un libro sibilino. ¿Quién no quiere conocer el futuro? Nadie quiere tomar la decisión equivocada.
Si seguimos por esta vía, creo que poco vamos a dejar a los lectores de tu novela. Por ello, vamos a cambiar de tercio.
¿Cómo fue la labor de redacción de la novela? Trabajar con un agente literario no es nada pacífico.
Los agentes literarios orientan sobre lo que el público y las editoriales demandan. Los cambios sugeridos en esta novela fueron más de forma que de argumento. El agente literario tiene la visión comercial, el escritor la artística y tenemos que llegar a un consenso para que ambas partes estén satisfechas. Por ejemplo hubo un cambio en el título, que no es el original y otro en la voz, que al principio estaba narrada en primera persona y en la versión definitiva el narrador es omnisciente.
Sin embargo el argumento no sufrió ninguna modificación, lo cual es muy frecuente. Basta recordar a Dickens cuando por presiones de su editor cambiaba sus novelas porque el público demandaba finales felices. Lo más terrible para un escritor es cambiar el final y, por fortuna, en mi novela se mantuvo desde el principio.
¿Qué has sacrificado de la realidad a favor de la ficción?
Por ejemplo me he tomado algunas licencias: hay un libro sibilino que forma parte de la trama y que nunca existió. Otra licencia que me ha dado mucha libertad para escribir es que la familia de Sevilio es ficticia.
Pero he intentado ser respetuosa con los acontecimientos históricos. Hay lectores que se sorprenden de que César no salga bien parado o de que Marco Antonio aparezca como un sinvergüenza. Es lógico que el público tenga una visión heroica de César, llevamos dos mil años leyendo las Guerras Civiles escritas por él mismo, donde por supuesto César era el gran héroe, o la archiconocida biografía de César que escribió Plutarco (el gran adulador de la Antigüedad). Pero si leemos a Suetonio o a Apiano, hay otras opiniones de lo que sucedió.
Al final de la novela incluyo unas notas para que los lectores sepan qué es falso y qué es verdadero. Ya sé que ahora está de moda adjuntar una larguísima lista de bibliografía, pero me parece absurdo justificarme, he escrito una novela no una tesis doctoral. Yo no escribo para presumir de todo lo que sé de Roma, sería muy pedante por mi parte.
Es curioso, pero la gente que me lee no me ha hecho ninguna crítica por no ser respetuosa sobre la Historia, y eso que los lectores de novela histórica son unos sabiondillos de muy alto nivel, lo cual me alegra porque es gente bastante culta.
¿Qué bibliografías recomendarías para aquellos que no han ahondado en la época cesariana y lo han hecho con tu novela?
Aunque parezca árido y un poco pesado, yo siempre recomiendo leer las traducciones de autores griegos y romanos que escribieron sobre la época. Las traducciones de la biblioteca de Gredos son magníficas (¿por qué no les han dado todavía el Príncipe de Asturias?) y además los comentarios que hay en todos los libros son muy cuidados así como el prólogo (el prólogo es eso que nadie se lee y que en estas ediciones está muy cuidado). Destaco los siguientes autores:
* «Vidas Paralelas de Plutarco». La de César, pero la de Marco Antonio es casi más interesante. Pero hay muchas más: Pompeyo, Bruto, Cicerón, etc.
* «Biblioteca Histórica» de Diodoro Sículo
* «La guerra civil» de Apiano.
* «Las vidas de los doce césares» de Suetonio. Sobre todo la de César y la de Augusto.
* «La Historia» de Dión Casio.
* «Las cartas» de Cicerón.
Pero lo que realmente recomiendo es acudir a nuestros museos arqueológicos. Son una fuente de información magnífica, o darse una vuelta por todos los yacimientos romanos que tenemos en España, que la mayor parte de ellos cuentan con unos estupendos guías.
Yo me documento mucho en las exposiciones en Madrid, y muchas de ellas tienen un alto nivel no sólo por las piezas sino por todo el montaje. Voy con mi libretita de notas y mi cámara de fotos e incorporo muchos datos a mis novelas.
¿Cómo se está portando el público con la novela?
Parece que está gustando. El boca oreja está comenzando a funcionar. Me llaman para presentaciones y allí el público que se ha leído la novela me hace comentarios divertidos, me pongo colorada cuando me alaban la novela.
Ha habido algunos blogs literarios que se han interesado por la novela y han hecho buenas críticas, eso ha decidido a los lectores.
¿Qué opinión te merece el actual mercado literario de novela histórica?
Las librerías están llenas de libros muy apetecibles, los nacionales tenemos que competir con grandes escritores extranjeros.
A veces me siento como un auriga en el hipódromo de Constantinopla. El público apoya a los que ya conoce y los aspirantes tenemos que esforzarnos mucho para poder manejar la cuadriga.
Hay que ser fuerte, aguantar el tipo y contar con buenos caballos. Los caballos son nuestras editoriales, las hay que invierten más dinero y las hay que menos. Pero muchas veces la carrera se gana porque el auriga es hábil y logra colarse entre los ganadores. Esa es nuestra gran oportunidad, no ocurre todos los días, pero puede suceder. Al público le gustan las novedades.
¿Qué diferencia sustancial hay en «Los hijos del senador» con respecto a tus anteriores obras?
«Los hijos del senador» es una novela coral, aparecen muchos más personajes que en las novelas anteriores y ha sido más difícil dotarles a todos de personalidad, desde los protagonistas principales hasta los más secundarios. Tuve que trabajar con muchos esquemas, fue como un puzzle porque todos los personajes entran y salen en la novela varias veces, incluso los que ya se han muerto.
En las revisiones me volvía loca para que no hubiese incongruencias o repeticiones. Supongo que se lo he hecho pasar mal al corrector de la editorial con tanta patricia.
Cuando la editora me pidió un árbol genealógico y un resumen de los personajes para que los lectores no se perdiesen, le envié el listado de personajes que se editó en la primera página. Si le llego a enviar todos los personajes se hubiese vuelto loca.
¿Nos puedes decir si tienes algún otro proyecto literario en mente?
Mi siguiente novela comienza el día que Alejando se muere en Babilonia y su general, Ptolomeo, se lleva el cadáver a Egipto. Es la historia más desconocida de la época Helenística, pero también la que más cambios supuso. Ptolomeo fue un gran rey: quince hijos, cuatro esposas, se inventó al dios Serapis y construyó Alejandría, la ciudad más deslumbrante del Mediterráneo. Supuso un caso único: el rey que abdica a favor de su hijo y muere tranquilamente en su cama. ¿Tuvo suerte o fue muy listo?
Creo que he mordido un hueso y lo voy a roer hasta el final.
Siempre cerramos nuestras entrevistas de igual modo. ¿Qué pregunta me he quedado sin hacer y te gustaría contestar?
¿Supone un gran esfuerzo escribir una novela?
Respuesta: para mí escribir supone un gran placer, sólo escribo lo que me divierte.
Muchas gracias, Olga, por tu tiempo. Y, como viene siendo costumbre en nuestra web, deseamos que no sea la última vez que podamos entrevistarte.
Olga Romay, afincada actualmente en Madrid —donde ejerce la docencia en un Instituto de educación secundaria—, es licenciada en Económicas y diplomada en Estudios avanzados en Historia Antigua. Publicó su primera novela, «El Jugador de Ajedrez», en 2007, galardonada con el VIII Premio de Narrativa Torrente Ballester.
Datos de «Los hijos del senador»
EDICIONES B SA. Barcelona
Primera edición: Junio 2016
ISBNE 978-84-666-5940-6
691 páginas
Saludos.