Neodamódes y geoestrategia

Dos textos, uno sobre Neodamódes y Brasideos y otro sobre la geoestrategia de Brásidas al norte del mar Egeo.

Neodamódes y Brasideos

Las necesidades de la guerra hacen que, en ciertas ocasiones, un estado tenga que reclutar a marchas forzadas a efectivos para luchar en el ejército y continuar con la contienda, siendo éstos generalmente inapropiados, por la falta de preparación, para el desarrollo del conflicto. Esto es lo que le pasó a Esparta en la primera parte de la Guerra del Peloponeso, en la que tuvo que alistar hasta a 700 hombres de la categoría de los ilotas para compensar la falta de espartiatas, educados para ser la flor y nata del ejército, tras la derrota sufrida en Esfacteria en el 425 a. C.

Afortunadamente para los espartanos, el reclutamiento resultó ser un éxito. Pero para ello, la propia Esparta primeramente, y en teoría, tenía que liberar a los ilotas de su estatus social, eran esclavos al servicio del estado, y convertirlos en ciudadanos con derechos limitados para poder así participar en la contienda recibiendo el nombre de neodamódes, diferentes a aquellos que tenían la ciudadanía plena, los llamados damótas, categoría exclusiva y reservada para los espartiatas. Lo curioso de todo esto es que en el contexto de las operaciones llevadas por el general espartano Brásidas en la península calcídica y en Tracia, estos ilotas no fueron liberados, sino que lucharon siendo aún, a ojos de Esparta, esclavos, y sólo a los sobrevivientes de las campañas se les recompensó con la concesión de una ciudadanía limitada y pasaron a denominarse brasideos por haber luchado fielmente bajo las órdenes del líder espartano, estableciéndose, tal vez como recompensa, con la categoría de colonos en las tierras cercanas de Lépreo, en la región conocida como la Élide, situada en el oeste del Peloponeso.

Volviendo a los neodamódes, ya que a los brasideos no se les vuelve a mencionar, éstos estuvieron muy activos mientras que la hegemonía espartana en Grecia duró. Concretamente su periodo de auge llega hasta la derrota de la propia Esparta frente a Tebas en Leuctra en el 371 a. C., en el que dejaron de ser llamados para el servicio activo, pasando por la campaña de Sicilia en el 415 a. C. o el apoyo prestado a la rebelión de Lesbos dos años después, en el que el rey espartano Agis II, hijo de Arquídamo II, envió a 300 de estos neodamódes. No obstante, también participaron como soldados situados en las regiones fronterizas del territorio espartano para repeler posibles ataques del exterior, en especial los perpetrados por los tebanos justo después de la debacle de Leuctra.

Por último, también había otra categoría parecida a la de los neodámodes aplicada a la flota espartana, con el extraño nombre de desposionautai, que servían como remeros aunque no sabemos a ciencia cierta si eran liberados de la esclavitud antes o después de ejercer como tales.

La geoestrategia de Brásidas al norte del mar Egeo.

Sin una estrategia, no hay victoria. Hasta el más inexperto de los soldados lo sabe. Y una de las claves para obtenerla es el control de los recursos, importancia que en la Antigüedad era enorme, debido a las grandes distancias y a la falta de logística.

Ambicioso, hábil y decidido, Brásidas decidió que si Esparta quería ganar la guerra, debía atacar al enemigo en su propio territorio. Esto no sólo correspondía a asestar una puñalada definitiva en el corazón de los atenienses, sino de despojarla de sus más ricos recursos, en especial madera, metales como oro y plata y el abastecimiento de trigo, que le estaban financiando la guerra y que, hasta entonces, le había dado ventaja. Pero el corazón no se situaba en Atenas sino en las ciudades situadas en la península calcídica y en Tracia, que bordeaban las costas del mar Egeo y las situadas en el mar Negro, en especial en la llamada zona del Quersoneso Táurico, que habían sido colonizadas por Atenas en el siglo VI a. C.

La expedición, como respuesta a los reveses sufridos en Esfacteria y Pilos, iba con el objetivo claro de cortar el suministro de materias primas y tributos. Para ello era necesario ir tomando una a una todas las ciudades leales a Atenas, lealtad que tampoco era inquebrantable y duradera, porque muchas de esas mismas ciudades presentaban diferentes facciones que apoyaban una posible rebelión contra Atenas a causa del pago abusivo que anualmente proporcionaban por el alto coste de la guerra.

Pero lo que le vino bien a Brásidas fue que algunas ciudades, que tenían recelos de Atenas e incluso permanecían hostiles, caso de Argilo, le prestaran inmediatamente ayuda para tomar Anfípolis. Otras como Acanto o Escíone, cayeron rendidas bajo la diplomacia y elocuencia de Brásidas, rebelándose incluso ésta última contra Atenas. Todo ello fue auspiciado por lo apuntado desde el principio: dejar a Atenas sin recursos y sin ciudades que se los proporcionen.

¿Pero por qué lo hizo por tierra en vez de por mar? Muy sencillo. Como ya se ha apuntado, la flota espartana era bastante inferior a la ateniense y además, ésta controlaba las aguas y el paso de los barcos con mercancías que venían de las colonias atenienses situadas en el Mar Negro, atravesando los estrechos del Bósforo y de los Dardanelos rumbo al puerto de El Pireo por el mar Egeo a través de la península calcídica. Había una numerosa flota de trirremes vigilando la zona, comandada en aquel momento por Tucídides, el historiador griego, que dificultaba muy mucho las operaciones navales. Además, dar la vuelta, en aquellos tiempos no existía el canal de Corinto, por todo el Peloponeso era casi una idea imposible de ejecutar, de ahí la expedición por tierra.

¿Consiguió Brásidas su objetivo? Digamos que se quedó a medias. La tregua entre Esparta y Atenas supuso un duro revés a sus aspiraciones de someter a todas las ciudades de la Calcídica y de Tracia y de haber realizado un eventual viaje hasta las tierras del Quersoneso Táurico. Posiblemente no lo hubiera conseguido por dos motivos: la enorme distancia desde Esparta hasta el mar Negro y las graves dificultades para que Brásidas pudiera contar con un nuevo ejército enviado desde la propia ciudad ante la alarmante falta de espartiatas y las reticencias de la Gerousia, compuesta por 28 gerontes mayores de 60 años procedentes de familias aristocráticas más los dos reyes de Esparta, que veían al general espartano demasiado ambicioso y que podría comprometer los intereses de la ciudad.

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